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Lucía Romero: “Debemos comunicar más las diferentes regiones de Argentina y sus características en el mercado externo”

Es la CEO de Bodega El Porvenir, una de las más importantes del norte de Argentina. Y gran artífice de la evolución y crecimiento de sus vinos en el mercado. Este año están cumpliendo 25 cosechas.

La tradición vitivinícola de Lucía Romero nació con su abuelo (Roberto Romero), quien tenía una bodega en Tolombón en los 80’ (llamada El Porvenir). Allí, su padre (José Alberto Romero) dio sus primeros pasos en la industria vitivinícola. Luego la bodega fue vendida por cuestiones económicas de la época (a fines de los 80’). Pero la pasión por el vino en la familia ya había dejado su marca.

Años más tarde, compraron una bodega antigua en el centro del pueblo de Cafayate y continuaron con el nombre de El Porvenir. También con una finca antigua que tenían (un viñedo de 70 años) llamado Finca El Retiro. En esta etapa se incorpora Lucía Romero, para trabajar junto a su padre en el desarrollo de la nueva bodega. Esto incluyó recuperar el edificio, el viñedo y plantar nuevas fincas. “Cuando se compra la bodega, en 2001, yo estaba en la facultad estudiando Administración de Empresas.  Pero no tenía idea de meterme en la bodega. Obviamente el vino es parte de mi familia, es tradición, pero no tenía planes de trabajar con el vino. Me recibí en 2005 y la bodega estaba elaborando vinos desde 2002 (ese vino había salido a la venta en 2004). En ese momento empezamos a elegir las marcas y todos como familia opinábamos. Pero recién me involucré formalmente a fines del 2005. Y en el 2006 empecé a dar una mano con las ventas. La verdad es que me enganché rapidísimo porque es una industria súper apasionante”.

Dijiste que empezaste en ventas…

Sí, me tocó una parte muy divertida. Salí con una valija a vender los vinos al mercado externo. Fue justo en el 2006, cuando había un boom y un interés muy grande por el Malbec. Íbamos a ferias en Asia, Europa y Estados Unidos. Vender los vinos y era súper interesante. Viajar y tomar vino es un combo perfecto (risas). Ahí se desarrolló el comercio exterior, que hasta el día de hoy representa el 50% de la venta. Después empecé a trabajar también en el mercado interno. Inicialmente manejando la parte comercial y marketing. También me di cuenta de que me gustaba mucho la parte productiva, tanto el viñedo como la bodega.  Y de que traía muchos feedback de las ferias y de los clientes sobre el estilo de los vinos que se estaban buscando en mercados competitivos como: Estados Unidos, Inglaterra y Alemania.

¿Y qué hiciste al respecto con esas devoluciones que traías del mercado externo?

Hubo un cambio enológico en la bodega, donde también me involucré. Empecé a ir a giras con los enólogos y a meterme también en la parte de producción. Y me enganché. Hice un Wine MBA en Bordeaux del 2010 al 2012, con el objetivo de entender más el negocio del vino. La verdad es que fue muy interesante. Era un grupo internacional de compañeros y cursábamos mucho en Bordeaux. Después viajamos a Australia a conocer toda la zona de Adelaide y Sonoma. Además de aprender, me quedaron muchos contactos.  Y tuve la seguridad para tomar decisiones más estratégicas en relación al direccionamiento de la bodega.

¿Cuáles fueron esas decisiones estratégicas que tomó la bodega?

Cuando salís a vender tu vino, competís con vinos de todo el mundo. Está buenísimo entender qué es lo que se busca. Ahí nos dimos cuenta que el camino era la fruta fresca y el uso correcto de la madera. Que no teníamos que abusar todo el tiempo de tantos meses de barrica, ni tanta barrica nueva.

Podemos decir que la bodega pasó por tres etapas enológicas, ¿Cómo las describirías?

Sí, absolutamente. La primera en los comienzos con Luis Azmet. Los vinos tenían otro estilo, era otro tipo de fruta, otro momento de cosecha, otra elaboración. En el 2010-2011 ingresa Mariano Quiroga y sumamos a Paul Hobbs como asesor. Justamente queríamos una visión más internacional. Paul ponía mucho foco en buscar la pureza de la fruta y cosechar más temprano. Decidimos animarnos a cosechar más temprano Tannat, por ejemplo. Nos obligaba, cada vez que venía a la bodega, a sentarnos, a hacer catas a ciegas y a pensar los vinos de otra manera. La tercera etapa del equipo es con Paco Puga. Ahí ya teníamos mucho más claro el camino que queríamos seguir enológicamente hablando. Y Paco (Puga) coincide perfectamente. Él venía con esta misma visión.  

Dentro de ese nuevo camino, están los vinos poco comunes para el Noa que hicieron, como un Naranjo de Torrontés, ¿Cómo surgió esa idea vanguardista para la región?

En ese tiempo Paco fue muy piola y flexible. La verdad es que había un boom del Naranjo afuera y me pareció una idea genial volver a poner desde un lado distinto y juvenil al Torrontés. Paco se enganchó estamos muy contentos con el resultado. Además tenemos un rosado que lo hacíamos al principio dentro de la línea Laborum y era como un rosado con Malbec y Cabernet Sauvignon. Totalmente diferente a los rosados de acá y nos fuimos al otro lado, al estilo Provenza. Le cambiamos el nombre a Rosarosa, cambiamos el packaging y lo llevamos a un estilo mucho más delicado. El Naranjo está dentro de la línea Pequeñas Fermentaciones. Que está conformada por: el Naranjo, el Bonarda de maceración carbónica y un Chardonna- Semillón. Ahora tenemos una Garnacha y el primer Garnacha Syrah Mouvedre del NOA.

Hablemos de la importancia que tiene el Torrontés en la bodega…

Nosotros somos fanáticos. Hacemos siete estilos de Torrontés. Tenemos parrales viejos y los queremos mostrar. Paul Hobbs era fanático de mejorar la acidez del Torrontés. Por eso empezamos a hacer tres cosechas para la línea Laborum. Una bien temprana con bajo grado y buena acidez. Otra buscando la nota más floral y aromática. Y una tercera para ganar cuerpo. Estamos orgullosos de ser una bodega con estos siete estilos diferentes de torrontés. Debemos seguir comunicando eso y logrando que la cepa se posicione afuera.

Con tu experiencia en el mercado exterior, ¿Cómo ven al vino argentino?

Se sabe que el vino argentino es muy valorado, y somos Malbec en el mundo. Pero todavía el desafío es comunicar más las regiones de Argentina. Adentro de Argentina están Mendoza, Salta, Patagonia y muchas regiones más. Que nos conozcan más, como pasa con otros países productores, que se entienden las diferencias de cada lugar.

Este año están cumpliendo 25 años, ¿Cómo los recibiste?

Felices de estar cumpliendo 25 años. Para nosotros este cuarto de ciclo significa un montón. Sobre todo, por lo que fuimos logrando y por todos los sueños que se fueron cumpliendo. Hoy los vinos estén presentes en más de 20 países y tenemos una muy buena presencia en el mercado local. Actualmente exportamos la mitad de la producción y la otra mitad se vende en Argentina. Tenemos una producción anual de 400.000 botellas. Hoy nos interesa seguir desarrollando estas variedades que empezaron como innovación y que creemos que tienen un potencial en el valle, talez como: Garnacha, Marsanne-Roussanne y Mourvedre. Además, seguimos profundizando todo el estudio de suelos que tiene como objetivo identificar parcelas dentro de nuestros viñedos. Seguimos también promocionando nuestra línea de Alto Los Cuises, que son un Malbec y un Chardonnay (del viñedo más especial que tenemos, ahí en la quebrada. Un lugar único y que da realmente vinos únicos). Estamos contentos con los vinos, que se sostienen en el tiempo, con los nuevos que se suman y con el desafío de seguir mejorando, aprendiendo y creciendo para seguir mostrando Cafayate al mundo.