La industria del vino siempre busca captar consumidores jóvenes ya que piensa que es, potencialmente, el mercado más importante para hacer crecer el consumo. Pero desde principios del siglo se veía que era difícil conquistarlos con los nuevos vinos argentinos, porque más allá de la evidente evolución y la diversidad de etiquetas, los precios suelen ser muy superiores a los que ellos pueden pagar. No obstante, la mayor barrera eran los usos y costumbres de las nuevas generaciones, que poco tenían que ver con la liturgia tradicional del vino. Y así empezaron a surgir las innovaciones apuntada a los jóvenes, como por ejemplo los vinos festivos, específicamente los frisantes, incluyendo algunos que vienen combinados con jugos frutales. Y si bien eran productos a base de uva, nada indicó que fueran la puerta de entrada al mundo del vino. Pero las ansias de conquista de nuevos consumidores no cedieron a pesar de la caída en las ventas, y la innovación siguió llegando, con vinos de precio accesible (y por lo tanto su calidad tiene un techo) y pensados para consumir dentro del año de elaboración. Agradables al primer contacto; porque la primera impresión es importante; tanto por fuera como por dentro. Las etiquetas comunican con un lenguaje que los jóvenes se identifican, y no importa tanto el terroir o la bodega como el concepto. Pero las expectativas siempre deben ser superadas. Y, así comenzaron a irrumpir cepas aromáticas y más expresivas, sin importar su fama. Para potenciar las sensaciones, muchos enólogos se jugaron por mezclas de uvas impensadas hasta entonces Por otra parte, y más allá del carácter, estos vinos son frescos y de paso amable para que inviten a otro trago. Algunos hacedores se apoyan en el azúcar residual, mientras que otros cosechan antes y fermentan con extracciones suaves para lograr redondez de manera más natural.
Y, en esta época del año gracias al tiempo más lindo, los tintos empiezan a quedar un poco de lado, y los rosados, blancos y hasta naranjos, resurgen; sobre todo, entre los más jóvenes.
El vino no está de moda, simplemente porque es una bebida natural arraigada a nuestras costumbres, y siempre está ahí. Pero circunstancialmente algunos tipos de vino marcan tendencia. Ahora llega el momento de los rosados. Actualmente, ya no son los masivos abocados, ni hijos de la sangría, como los de antes. Desde siempre la meca del rosado estuvo en la Provenza, región francesa entre Italia y el Mediterráneo. Allí nacen los vinos rosados tan disfrutados por las tardes en Paris y las principales ciudades europeas. Una sana costumbre, como la del cafecito en nuestro país. El rosado se disfruta más por copa y en situación informal, y raramente ocupa un lugar protagónico en la mesa. No porque no posea atributos para maridar, sino porque se luce más como vino de recepción. Ahí, cuando todos van llegando y las miradas están puestas más en las personas y las conversaciones empiezan a fluir superficialmente. El éxito del vino rosado no pasa tanto por sus atributos vínicos, que como cualquier vino los debe cumplir. Entra por los ojos, primero llamando la atención con la botella y luego con sus aspectos pálidos y brillantes, que van del piel de cebolla al rosa flor, y pasando del coral al salmón. De aromas fragantes y paladar refrescante, quedan bien con bocados de todo tipo; incluso solo como aperitivo. Todos nacen en la viña, y se elaboran con la misma dedicación que los demás, a partir de uvas tintas vinificadas como blancas. Y llegan listos para disfrutar.
Si se habla de vinos blancos, los blends llaman más la atención por la originalidad que proponen desde el vamos. Elaborados con más de una uva blanca y que van un paso más allá. Porque en este tipo de vinos los enólogos más se pueden lucir y demostrar su creatividad. Además, en cada combinación de cepajes, hay un mensaje. Están los que buscan diferenciarse con algo original que aún no haya trascendido, como los flamantes vinos tipo Ródano, a base de Roussanne, Marsanne y Viognier. También los que buscan resaltar uvas que los represente a partir de las mezclas, como el Torrontés de los Valles Calchaquíes. Así surgieron blancos fragantes y florales del NOA que la combinan con Chardonnay, Sauvignon Blanc o Viognier. Los más clásicos hace tiempo se lucen con vinos tradicionales a base de Chardonnay y Semillón, pensados para la guarda. Y los pioneros que apostaron hace tiempo a combinaciones con uvas propias con el Riesling o el Tocai Friulano como emblemas, por ejemplo. Pero lo más importante no son las uvas que lo compongan sino la personalidad del blend; es por ello que suelen tener nombres propios. A diferencia de los tintos, los blends blancos son más expresivos, refrescantes, y de paso más delicado.
Y si de innovación se trata, como el futuro está en el pasado, los vinos naranjos vuelven a estar en copa de todos. Sí, los blancos fermentados con pieles, a la vieja usanza (por falta de tecnología), llegaron para quedarse, aunque nunca salgan de su nicho. Proponen algo diferente. Los que más se lucen son los que se elaboran con variedades aromáticas (Torrontés, Sauvignon Blanc y Malvasía, entre otras), y siempre con una acidez marcada que no solo son su sostén, sino que los convierte en aperitivos ideales. Aunque este también es un atributo que cansa.
No obstante, todos estos vinos son ideales para empezar a disfrutar en esta época del año, y la gran apuesta de la industria para conquistar paladares jóvenes. Pero no hay que olvidarse, que siempre hay consumidores descubriendo el fascinante mundo del vino, de todas las edades.
5 Blancos, Rosados y Naranjos para palpitar la Primavera
Aquí Estamos Todos Locos Rosada 2023
Bodega y Viñedos Niven, Mendoza, Zona Este, Junín ($$)
Elaborado a partir de uva Garnacha de la Zona Este, Lucas Niven logra un rosado de aspecto profundo y aromas bien frutados. En boca es tenso, con leves dejos frutales y muchas texturas en su paladar franco. Es un vino simple y refrescante, que llama la atención con su nombre y etiqueta, y en boca tiene esa “desprolijidad” que queda bien, ya que aporta carácter. Beber entre 2024 y 2025. 89 Puntos Portelli
Vía Blanca White Blend 2023
Bodega Iaccarini, Mendoza, San Rafael ($$)
Flamante blend de Chardonnay y Chenin, de buen cuerpo y fruta particular, con dejos salinos que le quedan muy bien. Se nota que el Chenin aporta carácter y lo convierte en un vino blanco con una vuelta de rosca. Además, en boca tiene la madurez justa donde las levaduras hacen lo suyo, aportando volumen y cierta complejidad. Mucho para un vino que pide poco. Beber entre 2024 y 2026. 90 Puntos Portelli
Inframundo Naranjo Semillon 2023
Durigutti Family Winemakers, Mendoza, Luján de Cuyo, Las Compuertas ($$)
Esta línea de los hermanos Durigutti es un suceso, por como llama la atención por fuera y por dentro. Aspecto intenso, casi dorado y brillante, de aromas poco expresivos y paladar franco, también voluptuoso, con buen agarre. Seco en sus texturas propias de vasija, que resaltan su perfumado final. Se puede decir que sus sabores son frescos y complejos, más de frutas secas y especias, y con una acidez viva. Beber entre 2024 y 2025. 89,5 Puntos Portelli
Naciente Bonarda Rosado 2023
Oír Ese Río, Mendoza, Luján de Cuyo, Alto Agrelo ($$$)
Marcial Sánchez Elía tiene un concepto muy bien definido para lograr sus vinos, siempre pensados desde el lugar de donde provienen las uvas. Como este rosado, fresco y de buen ataque, con dejos vegetales y ciertas texturas. De carácter más herbal que frutal y redondo en boca. Hay buen volumen con agarre y un final frutado bien equilibrado, que habla de la zona. Beber entre 2024 y 2025. 90 Puntos Portelli
Otronia 45° Rugientes Corte de Blancas 2020
Otronia, Chubut, Sarmiento ($$$$)
El enólogo Juan Pablo Murgia se luce con este White Blend que ya es un referente de la categoría. A base de Gewurztraminer, Pinot Gris y Chardonnay, de aromas integrados y austeros. De acidez sostenida y buen volumen, con algo floral maduro y notas de levaduras, flores secas y algo amielado que conviven con la acidez que aporta la frescura natural del lugar. Beber entre 2024 y 2027. 91 Puntos Portelli