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Altamira, el terroir de polvo de tiza

Fue declarada indicación geográfica en el año 2013, pero desde la década del 60’ estaba muy claro que daba vinos distintos. Es uno de los terroirs más importante de Argentina y del cual ya salieron varios 100 puntos. Sus suelos calcáreos son su característica principal.

Altamira se encuentra en el corazón del cono aluvional del Río Tunuyán en el piedemonte de la Cordillera de los Andes, dentro del Departamento de San Carlos (en el sur del Valle de Uco, Mendoza). Cuenta con una superficie de 9700 hectáreas en total, de las cuales hay cerca de 2900 cultivadas.

Si bien en un principio Altamira era una marca comercial que pertenecía a una bodega, se estableció el uso de Paraje como una forma de diferenciar la marca de uso común de la privada.  En 2013 el Instituto Nacional de Vitivinicultura define al Paraje Altamira como una Indicación Geográfica (IG) de Argentina, reconociendo en estas tierras características únicas para el cultivo de la vid y la producción de vinos.

Es uno de los lugares con más historia y cultura vitivinícola del Valle de Uco. Respecto a su nombre, hay distintas teorías: algunas dicen que se lo conocía como Furlotti y que luego del año 1977 se lo comienza a llamar Paraje Altamira. En cambio, otras aseguran que antiguamente la zona era llamada Altamira ya que era un lugar alto, apto para el avistaje de pájaros y desde donde se podían ver las fincas de la zona.

Respecto a los límites, en algún momento hubo controversia. Pero en 2013 se establecieron definitivamente: al oeste es el curso actual del río Tunuyán; al norte se tomó la calle La Superiora; al este la calle Ghilardi; y al sur es un río seco que baja perpendicular a la cordillera, partiendo al cono aluvial por la mitad.

Actualmente se pueden encontrar viñedos de más de 100 años de antigüedad y la superficie está repartida en fincas chicas en manos de muchos productores (algunos de ellos pequeños y con varias generaciones en la zona). A diferencia de otros lugares del Valle de Uco, con viñedos jóvenes de grandes extensiones y pocos dueños, en su mayoría grandes bodegas.

Estos pequeños productores agrupados fundaron la asociación “PIPA” (Productores Independientes de Paraje Altamira) que juntos intentan expresar y valorar en sus vinos las características de la zona. Algunos de los productores agrupados son: Lupa Wines, Finca Suarez, Finca Beth, Finca La Griega, Alejandro Sejanovich Sejanovich, Domados Wines, Traslapiedra y Chakana entre otros.

“La IG Paraje Altamira es una mezcla de zona de altura y frío. La característica del suelo tiene una gran influencia del rio Tunuyán, y es un cono aluvional, lo que significa que es un suelo que se construyó con una serie de eventos aluvionales a lo largo del tiempo. Se compone principalmente de rocas que vienen de la cordillera central, porque el rio Tunuyán nace en la ladera sur del volcán Tupungato, que es la cordillera del límite y es una condición única dentro de lo que son todas las zonas del Valle de Uco, porque tenemos la influencia de un rio que nace en el centro de la cordillera y ese evento no se da en otros lugares”, comenta Juan Pablo Lupiañez de Lupa Wines. “Es una zona de bastante frio, la altura máxima es de 1200m, no es la más alta, pero es la mezcla de todo esto lo que la hace única, altura, frio y suelo aluvional con mucha presencia de roca calcárea”, agrega.

Desde la web de “Pipa” describen que los suelos de Altamira tienen un origen fluvial antiguo, cubiertos por depósitos aluviales más jóvenes. Los depósitos fluviales del río Tunuyán tuvieron gran desarrollo durante el Pleistoceno, (periodo que abarca desde los 2,5 millones de años a los últimos 12.000 años) época en donde aparece el hombre sobre la tierra. Gracias a la corriente del río Tunuyán estos depósitos fluviales fueron moviéndose ”aguas abajo” a lo largo de toda la cuenca.

En cuanto al manejo del viñedo Lupa explicó: “Al ser una zona extrema, debemos tener cuidado con las heladas. Los viñedos necesitan ser tratados con materia orgánica de alguna manera natural, porque sus suelos son muy bajos en materia orgánica, y la característica de tener tanta roca y calcáreo hace que sea una viticultura trabajosa”.

El clima es continental con fríos intensos y una gran amplitud térmica. Esto genera una condición de sanidad natural envidiable, ya que las curas anuales son alrededor de tres veces menos que en Europa. En este clima los racimos maduran lentamente logrando vinos de complejidad con buena acidez, lo cual permite pensar en vinos de guarda.

“Nosotros decimos que Altamira es un territorio principalmente de Malbec, si bien hay otras variedades como: Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Semillón, Petit Verdot y Chardonnay. Los Malbec de Altamira tienen el hilo conductor de no ser tan voluptuosos en boca, tienen tensión, son más verticales, tienen muy buena acidez y mucha textura calcárea. En la parte aromática siempre digo que son Malbec que no lo parecen, porque en vez de ser principalmente frutales son más especiados, frescos, tienen notas herbales o florales y después aparece la paleta frutal. Son muy elegantes, de mucha tensión, de más especias, flores y frescura en nariz que de fruta y de textura calcárea”, definió Lupa como influye el terroir en los vinos.

La asociación “PIPA” tiene pocos años de historia. Sus productores comparten experiencias de trabajo sobre los viñedos y sobre todo que tipo de vinos, vinificación y manejos hacen cada año en parcelas específicas.  “Lo que hacemos es reunirnos a probar los vinos que se hicieron, que características hubo ese año en cada viñedo, que tipo de rendimiento, que sanidad tuvimos y abrir un poco el juego a la información que muchas veces entre productores más grandes no se comparte” aclaró Lupa.

En cuanto a la posibilidad de que existan subzonas dentro de la IG, Juan Pablo Lupiañez explica: “de las 9700 hectáreas, solamente 2900 están plantadas y no creo que haya más porque no hay más agua disponible para plantar. Lo que es muy probable es que haya subzonas si logramos hacer un trabajo con mayor detalle y método en el análisis científico. Esto es poder hacer un trabajo en un horizonte de 10, 15 o 20 años de suelo, clima, material implantado y de microvinificaciones, haciendo su seguimiento podríamos llegar a tener subregiones, pero todavía falta mucho”.