Andrea Mufatto no creció en una familia propietaria de bodegas ni de viñedos. Su conexión con el mundo del vino fue a través de su abuelo, quien era contratista y trabajaba los viñedos durante la vendimia. Él fue su fuente de inspiración. Sin embargo, la enología no fue su primera opción al finalizar la secundaria. Inicialmente estudió Ciencias Económicas, pero las vueltas de la vida hicieron que no la termine.
Junto a Gerardo Michelini y dos de sus hijos emigraron a España en la crisis del 2000, para buscar mejor suerte. “Siempre decimos que nuestras decisiones son grandes saltos mortales. Gerardo me propuso irnos a España por que tenía trabajo en un banco. Teníamos a Manuel y a Pedro chiquitos y nos fuimos a vivir. Allá nació nuestra tercera hija, Catalina y nos volvimos cuando estaba por nacer nuestra cuarta hija, Clara”.
¿Porque decidieron volver y meterse en el mundo del vino?
Decidimos volver a Argentina porque extrañábamos mucho a nuestras familias y amigos. Y sobre todo para llevar a cabo el sueño de tener una bodega propia. Gerar siempre me decía que quería tener una bodega con sus hermanos y que eso permitiera que trabajáramos todos en familia. A finales del 2004 decidimos vender lo que habíamos logrado tener allá y nos vinimos a cambiar de rumbo, a darle forma a lo que hoy es bodega Zorzal. Compramos las tierras, comenzamos a armar el proyecto y a buscar socios para poder concretarlo.
¿Ahí comenzaste a estudiar Enología también?
Sí, porque queríamos hacerlo bien. Mientras desarrollábamos Zorzal comencé la carrera y me encantó. Siempre fui consumidora de vinos, por verlo desde este lado me apasionó mucho más. Además, fue un gran desafío personal y un esfuerzo de toda la familia. Yo tenía a los cuatro chicos…Hoy a la distancia me doy cuenta de que mis hijos valoran mucho todo eso que hicimos en conjunto. Creo fue un gran aprendizaje para todos.
¿Cómo fue tu primera vendimia?
Me recibí en el 2009 y en el 2008 fue la primera vendimia de Zorzal, así es que venía todos los días a Tupungato, Juampi (Michelini) todavía no estaba trabajando con nosotros y de a poquito se fue incorporando. Concretar el sueño de Zorzal fue una locura. Fue muy motivador para todo lo que vino después.

Pasaron los años, se desvincularon de Zorzal, y comenzaron Michelini i Mufatto, ¿Cómo fue ese proceso?
-Michelini i Mufatto surgió en el 2002 cuando nació nuestra hija Catalina en Mallorca. En el Registro Civil la anotaron como Michelini i Mufatto, con I latina. A nosotros nos pareció increíble y pensamos que cuando tuviéramos un proyecto propio iba a llevar ese nombre porque es la unión de Gerardo y la mía, e involucra a nuestros hijos con la I latina.
Tal es así que tu hijo mayor Manuel Michelini, también es enólogo y es la tercera pata del proyecto
En Michelini i Mufatto somos tres cabezas que pensamos y peleamos. El proyecto tiene su lado hermoso y también tiene este lado de ponernos de acuerdo. Está buenísimo y nos funciona. En los tres blancos que hacemos: el chardonnay que es “Convicciones”, “Certezas” que es un semillón y “Propósitos” que es un chenin hicimos el juego de ponernos a nosotros en cada uno de los vinos. En el chardonnay debajo del nombre dice Andrea Mufatto, Certezas dice Manu Michelini y el Propósitos dice Gerardo Michelini. Cada uno de esos nombres y cada una de esas variedades tiene un trasfondo para nosotros muy especial.

¿Cómo llegaron a hacer vinos en España, específicamente en el Bierzo?
Más allá que nosotros vivimos en Mallorca, siempre nos gustó como se vive en España y sobre todo como celebran la vida. Por eso quisimos hacer vinos allí. Pero en un primer momento no nos imaginamos Bierzo. Nosotros íbamos buscando la Ribeira Sacra y su monumentalidad. Esos escalones donde los romanos plantaban con el río abajo que son increíbles. Llegamos a Bierzo de casualidad. Un enólogo amigo mandó a su sobrino a trabajar con nosotros a Mendoza en el 2015 y luego nos invitó a ir (él era de Bierzo). Cuando llegamos nos dimos cuenta que la magia estaba ahí realmente. El romanticismo que hay en Bierzo y sus viñedos muy antiguos nos atraparon. La variedad típica es la Mencía. Es como la Pinot Noir, muy delicada, sutil en color y en aromas, pero sin duda con su propia personalidad.
-Y también hacen vinos en Uruguay…
Sí, en el 2020 fue nuestra primera vendimia en Uruguay, en Maldonado. Nosotros siempre decimos que solo hacemos vino en los lugares donde viviríamos. Fue un gran desafío y lo es aún porque llevamos varias vendimias en Uruguay y es todo lo contrario a lo que nosotros estamos acostumbrados. Somos de montaña y hacer vinos de mar es un desafío enorme. Tratamos de descubrir que tiene para ofrecernos el lugar y qué podemos interpretar de ese lugar. Cuando visitamos Garzón, que es donde están nuestros viñedos, vimos que los campos más antiguos estaban cerrados con postes de granitos como están en Galicia. Eso nos dio la primera pauta de una variedad que podría andar muy bien que fue el Albariño. Y otro, la cercanía al mar. Si bien estamos en las sierras de Garzón a unos 15 km, no hay ninguna barrera natural que impida su influencia. Estás parado en la sierra y te llega la brisa marina.

¿Cómo hacen para hacer organizarse con las vendimias?
Escalonamos nuestro año en los tres lugares donde podemos estar. En Uruguay estamos desde mitad de enero hasta mitad de febrero. Luego venimos a Mendoza y a mitad de año nos vamos a España.
¿Cómo definís el estilo de los vinos que hacen?
Creo que dentro de lo que ofrecemos como familia buscamos ser clásicos y elegantes, aunque palabra está muy trillada y no me gusta mucho decirla. Apuesto a que no me pregunten todos los años que hay de nuevo, sino que esperen las nuevas añadas de los vinos que hacemos.