En el Siglo XXI los vinos argentinos son distintos a los que disfrutaban nuestros abuelos, salvo contadas excepciones. Y si bien espumantes, blancos y tintos han evolucionado de manera sorprendente, los vinos rosados pegaron el mayor salto.
Se sabe que los buenos rosés deben agradar y entretener el paladar. No obstante, no puede ir mucho más allá porque desde la técnica no tienen muchos secretos, ya que suelen ser los que más rápido se elaboran. Siempre elegido para ocasiones informales, aunque los de hoy sean vinos para tomar más en serio, porque se conciben desde la viña. En la actualidad, las uvas más elegidas son Malbec y Pinot Noir, aunque hay otros a base de Merlot y Cabernet Franc, entre otras.
Pero lo que cambió tanto y explica su gran éxito, más desde el inicio de la primavera, cuando aparecen los primeros rosados del año, es el respeto de sus hacedores por este vino. Ya que ahora, eligen el momento justo de cosecha para lograr el alcohol y la acidez natural que un buen rosé debe tener. Sus aspectos también hablan del cambio, por eso los mejores exponentes llegan con tonos suaves y brillantes. Y sin dudas, su gracia está en los perfumes, florales, frutales y hasta herbales, y casi nunca habla la madera. Son vinos que deben agradar a la primera copa, llamar la atención y dar ganas de seguir disfrutando. Por eso son fluidos y vivaces, algunos más mordientes, otros más untuosos, y la mayoría secos (con poco o nada de azúcar residual). En esto se parecen más a los blancos, cuando los antiguos eran más tinteros y dulzones. Su paso es fugaz, pero también expresivo. A la hora de servirlos, pueden ser solos como aperitivos o incluso en tragos. Pero los buenos exponentes son ideales para acompañar lo primero que sale de la parrilla (mollejas, chorizos y morcillas). Ensaladas frías con frutos de mar y arroces de todo tipo (risottos o paellas), entre otras delicias. También se lo conoce como el vino comodín en los restaurantes, porque se adapta muy bien a diversos platos y cae bien parado en todos los paladares.
Una de las estrategias más usadas por muchas bodegas en los últimos años para reposicionar esta categoría fue la utilización de botellas alternativas que entraran por los ojos, más similares a botellas de licores o con diseños de envases de perfumes que a botellas de vinos. Siempre blancas para dejar apreciar sus tonalidades, ya que los rosados suelen entrar por los ojos. Y si bien la mayoría llegan con tapa a rosca, como indicio inconfundible que son vinos para beber jóvenes, muchos otros lo hacen con corchos naturales, pero los más osados vienen con tapones de vidrio.
Recientemente se celebró el día internacional del vino rosado (domingo 11/06), una fecha que nada tiene que ver con la estacionalidad local del consumo, pero si con lo que pasa en el hemisferio norte. Porque en Europa y los Estados Unidos está por comenzar el verano y es la época ideal para disfrutar y compartir este tipo de vinos sino también. Pero esto también es una gran ventaja para los vinos elaborados en el hemisferio sur, porque llegan justo con los vinos del año. Es decir, que ene sos mercados, cuando estalla el verano, los rosados más frescos y vibrantes que tienen a mano son los que llegan desde los países vitivinícolas del sur, como la Argentina. Y esto termina siendo clave para el posicionamiento y éxito internacional de toda la categoría. Mientras tanto, por estas tierras la cosa se pone más fresca, pero también se puede disfrutar de un buen rosado, en la previa de una rica comida, ya sea en un buen restaurante o en el calor del hogar.