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Presentamos “Alavida”, el vino kosher que elabora Domaine Bousquet

El vino es elaborado por un equipo judío supervisado por un rabino que certifica el proceso.

Es frutado, intenso y perfumado; cuenta, en definitiva, con algunas de las características de los mejores vinos que suele obsequiar Mendoza. Pero Alavida, además de cumplir con los requisitos para entrar en esa categoría, posee una particularidad: es un producto kosher. “Tiene toda la tipicidad del Malbec en el cual van a encontrar fruta negra”, describe Rodrigo Serrano Alou, enólogo de Domaine Bousquet, responsable de este lanzamiento datado el último abril, en concordancia con Pesaj.

Hasta aquí con sus matices, ya que es dueño de un color muy intenso, producto de que es orgánico y no tiene sulfitos agregados, lo enumerado también puede decirse de otras etiquetas. Y no debería sorprender ya que de hecho el proceso de elaboración de Alavida es idéntico al de un vino habitual de la góndola con dos salvedades: algunos ingredientes deben ser kosher y, por otro lado, el vino es elaborado por un equipo judío bajo la supervisión de un rabino, quien certifica el proceso.

“Fue una iniciativa de los dueños de la bodega, quienes vieron que en California, un destino importante para nosotros, había demanda y teniendo en cuenta algunos pedidos de clientes decidimos embarcarnos. Y tuvimos una respuesta muy buena”, comparte el enólogo de Domaine Bousquet, y asegura que la primera producción fue de alrededor de 65.000 botellas. “Tenemos el Cabernet en proceso”, agrega, en relación a las novedades para el mismo segmento de las cuales planifican 25.000 unidades.

PASO A PASO

En esta instancia, es necesario recurrir a la definición de rigor: kosher significa “apto”. El consumo de alimentos kosher es una obligación para los observantes; una regla inamovible establecida en la Torá que, consideran, tiene una revelación de Dios. La aptitud es determinada por los rabinos, que son quienes supervisan el cumplimiento de las normas y expiden una certificación.

Para el proceso de elaboración de Alavida, por ejemplo, se requirió duplicar el número de personas involucradas: un miembro del equipo judío para manejar las uvas y el vino, junto con un miembro del equipo de la bodega, dirigiendo. El rabino Uriel Lapidus fue quien supervisó el proceso y otorgó la certificación internacional OUK (Orthodox Union Kosher). “Es un gran vino y rico”, dice desde Mendoza el religioso, encargado de certificar este y otros alimentos: desde almendras y nueces hasta aceite de oliva y jugos concentrados.

En principio, la supervisión consistió en la constatación de la utilización de taninos y levaduras aptos. “Gran parte del proceso de certificación pasa por cuestiones espirituales y místicas. Por cierto, la manipulación del vino tiene que ser realizada por personas que cumplan con los 10 mandamientos”, señala, precisando que los toneles fueron precintados después de cada control.

“Los procesos son distintos en cada caso: hay algunos más complejos, como la carne o el vino y otros más simples, en los que alcanza una visita ocular a la empresa”, comenta, consultado por su trabajo. “Se revisan los alimentos permitidos; que no tengan aditivos ni grasa animal. Cuando la gente va al supermercado y ve el certificado, el mismo le da tranquilidad”, indica, y responde que si bien en la góndola los productos pueden ser un poco más caros -la carne, por caso, alrededor de un 20 por ciento-, para el productor, en volúmenes industriales, la inversión en certificar quizás no sea significativa.

¿Cuánto, puntualmente? “Es muy relativo”, contesta Lapidus. “Un vino puede salir US$ 20.000, pero el costo por botella es de centavos. En otros casos, como la carne, donde el proceso es mucho más trabajoso, la inversión también es mucho mayor ya que involucra equipamiento y un equipo experto, que tal vez tenga que viajar en avión y hospedarse en hoteles”. De acuerdo con el rabino, en algunas oportunidades, sobre todo cuando los montos involucrados son importantes, el productor tiene al cliente de antemano, pero en otros se certifica primero y después se sale a buscar la demanda.

Grandes empresas como Unilever o Arcor certifican algunas partidas de sus productos, sobre todo cuando son grandes volúmenes. Las PyMEs también hacen lo propio, conscientes de que así acceden a un segmento específico.

Fuente: El Cronista