Lamentablemente el descorche es algo que no está bien visto por los restauranteurs locales. El hecho que los comensales lleven su vino y paguen por el servicio en la mesa los asusta por atentar contra su negocio. Pero nada más alejado de la realidad, porque una comida con vino siempre tiene final feliz. Y esa sensación es directamente proporcional a la calidad y significado de la etiqueta. Hoy, la gente acepta ir a comer a un restaurante sabiendo cuánto le costará el cubierto. Pero a la hora de elegir el vino, se rige por la columna de la derecha; el precio. Es decir, cada vez se come mejor pero no se toma a la altura. El descorche es una alternativa inteligente para paliar esta situación y devolverle protagonismo al vino que, como todos los demás productos de consumo, sigue escalando de precios. Es cierto que hay restaurantes que no tienen problema y lo comunican a viva voz, en redes y en sus cartas, mientras que muchos otros no dicen que no, pero tampoco aclaran que lo tienen, y por ende nadie se anima a llevar un vino de casa.
En la actualidad, la diversidad del vino permite a cualquier lugar ofrecer una variedad atractiva, a veces en función a la propuesta gastronómica (carta de vinos) y otras en función a acuerdos comerciales (lista de vinos), esto significa que el comensal no necesita recurrir a otros vinos. Tampoco se trata de ahorrar, sino de honrar de la mejor manera es vino guardado. Quién no tiene en casa un vino especial esperando por su momento. Y qué mejor que al descorcharlo y compartirlo todos los sentidos estén puestos en el disfrute, sentados a una mesa mientras lo atienden. Eso no tiene precio.
Y en los restaurantes deberían considerarlo. Los que cobran el servicio de descorche suelen aplicar el costo del precio más económico de la carta, y queda claro que es 100% ganancia, porque el restó no gasta una botella de vino. Pero, así como no se tiene en cuenta la parte emocional y el gran impacto positivo que significa en los clientes sentirse cómodo; si la comida no llega 10 puntos a la mesa, se puede volver, pero si la atención es mala, no se vuelve e ese lugar. Además, el dejar que el comensal lleve esa botella especial implicará que van a tomar más, porque van a disfrutar más. Si es un tinto, pueden empezar con un blanco o un rosado fresquito de la casa. Y si “el vino descorchado” hace bien su trabajo, al final quizás hasta salgo una botella de espumoso para seguir celebrando ese momento especial.
La próxima vez pida permiso al restauranteur amigo, lleve esa botella y verá como todos salen ganando.