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Duomo de Milano: entre Dios y los cómics

La edificación amalgama signos paganos con el dogma católico y entre tanto los signos zodiacales. En el gótico templo por qué no, Batman.

La penumbra se apodera del ambiente, se oyen murmullos detrás de las columnas, algunos haces de luz toman los tonos del arcoiris, en verdad son los magníficos vitrales que sujetan al sol para que perdure la mística iluminación difusa, esa que hace ver las partículas de polvo mientras se avanza.

Una diminuta escalera conduce a los orígenes paganos y católicos en el subsuelo; otra a modo de pasadizo lleva a los tejados, a más de 100 metros de altura, entre agujas, esculturas, tallos, flores y hojas pétreas, rostros, figuras quizá humanas, símbolos de antiguas creencias, aún más que las del catolicismo, he aquí el Duomo de Milán.

No hay que apresurar el paso, ni escaparle a un peldaño, los ínfimos detalles son los que dan pistas continuamente de que este especial recinto oculta guiños de los artesanos y constructores de la obra, de mentes quizá que la guiaron, de la picaresca contradicción al dogma. Al caminar entre arcadas de piedra y pináculos, imaginamos que este es un sitio preferencial para la batalla final en la que Batman salva a esta  ciudad Gótica de los delirios del Guasón, y antes que me griten hereje, a mi favor sólo diré que sigan leyendo y ya verán que no es descabellado que aparezcan personajes de cómics por aquí. 

Mientras ascendemos, y una vez en el techo del duomo, complejas nervaduras, columnas simulando ser troncos con sus ramas minuciosamente esculpidas, luego ¿flores o qué?. En este universo, o más bien signo del multiverso sellado en granito, se amalgama la retórica bíblica con los guiños juguetones de los que dejaron huellas más allá de la religión que evoca el templo, algo así como cincelar su propia creencia.

Así, la presencia de ángeles de caras sospechosas, diabólicas o de zombies, podríamos decir, estatuas que honran a seres de dudosa procedencia, imágenes de humanoides con seis dedos y serpientes disimuladas en la vegetación de la ornamentación, todos entre las figuras de los mártires santificados, de los nobles que contribuyeron con la costosa empresa, y de las enseñanzas del Evangelio. Y en un giro, hasta Napoleón tiene su escultura sobre una aguja a una centena de metros sobre el suelo. Entonces, no es tan delirante buscar el sello de Batman, por las noches, cerca de la Madonnina -la Virgen- cuando algún peligro amenaza a la ciudad o a su duomo.

Horas antes con los pies en la tierra

El Duomo siempre está rodeado de gente, es el gran atractivo milanés junto con la moda y los fashionistas. Se trata de una de las iglesias más grandes del mundo -tiene 157 metros de largo y puede albergar a 40.000 personas-. Los planos indican que desde la antigüedad el lugar es el sitial preferencial para los dioses, de allí su historia pagana.

El peregrinaje de ladrillo y mármol –como el de tantas iglesias europeas- tardó centurias, desde la primera basílica de San Ambrosio del siglo V, pasando por la de Santa Tecla, erigida 3 siglos más tarde, hasta que en 1386 nació el nuevo proyecto en estilo Gótico, parte de  lo que vemos hoy. Entre el derrotero de la construcción, el capricho de Napoleón Bonaparte de concluir la fachada para ser coronado allí rey de Italia en 1805 junto a Josefina. Sin embargo la  la mayor parte de la magna obra se terminó en el siglo XX. Lo cierto es que cada mes transcurrido en levantarla valió la pena, las 3.400 estatuas, 96 gárgolas y cerca de 153 agujas, los baptisterios externos, hablan por sí. Alcanza con rodearla para ver su gracia. Pero iremos por más.

El interior: gótico por dónde se mire

Ésta, la casa de Dios, sugiere sentarse un momento para percibir el ambiente oscuro, y cuando los ojos estén listos fijar la mirada en las obras. 5 naves, relieves, cuadros, vitrales, recrean escenas de la Biblia y de la vida de los santos inmersos en el gótico esbelto e infinito. Pero antes de emprender el recorrido un detalle llama la atención: el Reloj de sol, junto a la entrada, los signos del zodiaco en el piso, algo muy esotérico para el reino de Dios.

A metros del ingreso, una estrecha escalera lleva a las ruinas de los 2 templos primigenios que dejan ver mosaicos, pinturas y una piscina en la que se sumergía el bautizado en tiempos de decadencia del imperio romano, apenas cuando los fieles se sumaban al cristianismo. En ella San Ambrosio bautizó al futuro San Agustín. Milenios en un enclave que sería un excelente escondite para el batimóvil, de verdad.

Nuevamente en la nave principal con la cabeza colgando hacia atrás para ver hasta el fin de las nervaduras, atrapados por una luz transfigurada y tonalizada por los vitrales que transforma el espacio en una alucinación de la divinidad. Sin embargo un hecho histórico y muy terrenal nos distrae. La coronación de Napoleón como rey de Italia en 1805. El francés se colocó la corona diciendo: “Dios me la ha dado y guarda con el que me la quite”. Pero claro, no contaba con los acontecimientos posteriores, en los que no se descarta la presencia de un misterioso hombre murciélago liberando a Europa…

El clavo de la cruz de Jesús

La corona de Napoleón se remonta a la época de Constantino, cuenta con la diadema imperial, es esa en la que su madre Elena, obsesionada por las reliquias, añadió uno de los clavos de la cruz de Cristo que rescató en una de sus hazañas místicas. Cierto es que el símbolo real pasó por numerosas cabezas de reyes y emperadores, incluso por Carlomagno y luego hasta los nazis quisieron tenerla por el poder que representaba. En la actualidad se encuentra en la basílica de Monza.

¿Pero que hay del clavo? En lo alto, sobre la bóveda, hay una cruz alumbrada por una luz roja. Abajo en una cesta de metal una cruz dorada y una cortina escarlata, se trata ni más ni menos que de un ascensor en forma de nube que se eleva 45 metros hasta la bóveda en la que se encuentra el clavo. Cada 14 de septiembre es rescatado de los cielos del templo para ser adorado por la comunidad.

Sin embargo no todos saben la historia anterior y se detienen en la escultura de San Bartolomé, la más llamativa y espeluznante. El hombre que predicaba en Armenia fue desollado por su fe.  Se le ven todos los músculos del cuerpo y a modo de capa, su pellejo. Un superhéroe de otros tiempos.

Está registrado que el Duomo fue financiado principalmente por los fieles y después por los grandes señores. Niños de blanco pedían dinero en las calles y poblados, hasta se despojó a los difuntos de sus vestiduras que eran vendidas un año después para reunir fondos. Es obvio que por aquellos días faltaba un comisionado y un héroe anónimo.

El altar mayor, descomunal con sus 2 púlpitos, un baldaquino o templete y una cúpula de 8 columnas corintias, resguarda en el interior al sagrario, las estatuas de San Carlos y San Ambrosio, lo custodian. En la cripta y en las capillas laterales hay reliquias de santos, como la de Juan el Bueno, con sus mejores vestiduras aplastando al demonio.

En 1786, un grupo de astrónomos del observatorio de Brea trazó el meridiano, una extensa tira de metal que atraviesa de norte a sur el templo. A lo largo situaron un total de 12 paneles de mármol negro y blanco que representaban los distintos signos del zodíaco, acompañados de las fechas de entrada del sol en cada uno. Por una cavidad situada en la bóveda a 24 metros, cada jornada exactamente al mediodía, un rayo se cuela marcando el signo correspondiente. (Lean que dije astrónomos y no astrólogos, en fin).

Ahora sí retornamos al techo, que ofrece la mejor vista de la ciudad, con las agujas y estatuas al alcance de la mano. Líneas de piedra cuál venas, pináculos y torres, arbotantes, que también evacuan el agua hacia las gárgolas, terroríficas ellas, y miles de adornos, flores, hojas, ángeles, hombres y bandidos, también niños y hasta obreros que se retrataron.

Es posible caminar por lo más alto, vigilados por la guardia del templo para que nadie haga una locura, o quizá, para que los malhechores estén prevenidos. Ante cualquier imprevisto, la Madonnina mira atenta desde 108 metros de altura, y dicen que el sello de Batman cada tanto aparece.

Convengamos que a metros de la Galería Vittorio Emanuele con las grandes marcas de la moda mundial en sus escaparates, un Guasón ataviado de Gucci y un Batman calzado con Dior no sería un disparate, pues si hay superhéroe y villanos glamorosos, éstos son y aquí están.