enero 3, 2024

Mendoza - Argentina

Temperatura en Mendoza:

Mínima ºC | Máxima ºC

enero 3, 2024

Mendoza - Argentina

Temperatura

Mínima ºC | Máxima ºC

El extranjero más influyente

Llegó en 1988, y en su primera cena en Buenos Aires, más precisamente en el Jockey Club, solicitó que le enfriaran el vino tinto servido, para gran sorpresa de los mozos.

La historia del vino acusa casi 500 años, un período muy importante. Sin embargo, durante los primeros tres siglos no se produjeron muchos avances, manteniéndose una producción artesanal para abastecer los consumos regionales, más allá de los usos y costumbres de la iglesia. Es por ello que desde la primera vid plantada (1556 en Santiago del Estero) hasta la irrupción de Sarmiento a mediados del siglo XIX no hay mucho para contar. Por aquel entonces arribó el extranjero más influyente para el vino argentino de ese siglo. Fue el agrónomo francés Michel Aimé Puget, quien había sido contratado por Sarmiento para mejorar la vitivinicultura de la época. Fue él quien sentó las bases de la industria, no solo con sus conocimientos en la materia sino también con las variedades traídas desde su Burdeos natal, incluyendo al Malbec. Es decir que a él se le debe el arribo de la uva emblemática de la Argentina. Claro que luego llegaron, hacia fines de ese siglo, una gran cantidad de inmigrantes. Principalmente italianos y españoles, los cuales se subieron al tren al llegar al puerto de Buenos Aires, y se bajaron en la región de Cuyo, siendo Mendoza y San Juan las provincias más elegidas para desarrollar sus conocimientos vitícolas.

Es por ello que detrás de la mayoría de las bodegas centenarias del país siempre hay un extranjero visionario, y todos ellos aportaron para que el vino argentino ostente este presente y un mejor futuro. También es cierto que, más allá de las crisis económicas vividas, entre los 90’ y la primera década de este milenio, también llegaron varios extranjeros para invertir en viñedos y bodegas, atraídos por el paisaje natural, las dimensiones y, obviamente, el Malbec y su potencial.

Pero hay uno que se destaca por sobre el resto; un francés que legó en 1988, y en su primera cena en Buenos Aires, más precisamente en el Jockey Club, solicitó que le enfriaran el vino tinto servido, para gran sorpresa de los mozos. Ya pasaron 35 años de aquel primer contacto con el país y con el vino argentino. Y en todo este tiempo, este francés no solo se enamoró de la Argentina, su gente y su comida, sino que también enamoró a muchos otros, que años más tarde siguieron sus pasos. Confiando en él mucho más que en el país, e invirtiendo recursos pensando siempre a largo plazo, algo impensado para los locales.

Este francés hizo vinos en 23 países, pero fue Argentina, luego de su Francia natal, su lugar en el mundo. Acá, no solo se dedicó a asesorar a varias bodegas sino también a desarrollar un imponente emprendimiento vitivinícola que, luego de 25 años, sigue siendo único en el mundo. Cautivado por los Altos Valles Calchaquíes tanto como por el Valle de Uco, él también invirtió sus recursos acá para hacer su bodega. Su visión siempre fue la clara, hacer grandes vinos de terroir para disfrutar, pero también con potencial de guarda, con el Malbec como bandera. Vio y confió, como pocos, en el potencial del Malbec. A través del estilo de sus vinos influenció a varias generaciones de hacedores locales, incluso a aquellos que decidieron diferenciar muy bien de lo que él hacía. Además, logró, junto con otros flyingwinemakers, captar la atención de los críticos internacionales, llevando así al Malbec, y por ende al vino argentino, por primera vez a las portadas de las revistas especializadas más prestigiosas del mundo.

Pasaron muchos años y muchos vinos, pero el francés sigue siendo el mismo, alegre y disfrutador de la vida. Sabe cómo nadie de la importancia del negocio del vino, ya que, para ser una empresa sustentable, no solo hay que respetar el medio ambiente y los recursos naturales, sino que hay que generar recursos para poder mantener las fuentes de trabajo y progresar. Todavía no se resigna a dejar de invertir, porque siente que sería quedarse quieto. No obstante, ya no recorre tantos países, pero visita la Argentina cuatro veces al año, porque este es su segundo hogar.

Sin dudas, es el extranjero más influyente del vino argentino y, casualmente, también es francés y se llama Michel (Rolland).