Todo comenzó con un sueño: rescatar viñedos abandonados y darles una nueva oportunidad. “En 2019, alquilamos una finca en Chacras de Coria, donde todo inició. Luego, apareció un pequeño productor en Perdriel, seguido por otro en Carrodilla, con una finca de 1935 que estaba al borde de ser vendida”, cuentan Pablo Caparrós y Mariana Rodriguez Rolfi, creadores de Sueños de Revolución, un proyecto de vinos que nació con historia. Y sigue, “todos los años nos encontramos con historias similares una y otra vez: viñedos que pueden perderse para siempre.”
Sueños de Revolución da vida a malbecs de Luján de Cuyo, elaborados en fincas que alguna vez fueron fundamentales para el desarrollo de la vitivinicultura argentina, pero que hoy enfrentan el abandono y el riesgo de desaparecer. Conectar con estos viñedos, cargados de historia, fue el inicio de una misión que transformaría sus vidas.

Aunque su conexión inicial fue con la huerta, el mundo del vino los fue absorbiendo. “Desde el principio, nunca planificamos elaborar vinos y menos de esta manera. Fue algo que simplemente se fue dando”, agregan. Ambos estudiaron agronomía. Cuando comenzaron, estaban desempleados y decidieron aprovechar un patio que el padre de uno de ellos tenía en Luján. Ahí, por diversión y aburrimiento, iniciaron una pequeña huerta, experimentando con semillas agroecológicas. Fue un descubrimiento de sabores, de conexiones con la naturaleza y de un mundo que los atrapó. Esa experiencia inicial los llevó a participar en la Bioferia y a profundizar en el mundo de la producción.
Cuando se enfrentaron por primera vez a estos viñedos descuidados, vieron un caos que otros habrían descartado. Pero pudieron observar el potencial de los mismos. Esa conexión fue inmediata, un momento decisivo para la pareja: “sabíamos que no podíamos dejarlas morir”, cuenta Mariana. Sin experiencia previa en vinificación, pero con muchas ganas, decidieron intentarlo. “Si otros pueden, nosotros también”, pensaron. Así empezó todo. Lo interesante de Sueños de Revolución, es que no buscan varietales específicos, sino viñedos que cuenten algo especial.
El primer año todo fue prestado o donado. La barrica se las regaló Bodega Budeguer y al vino lo elaboraron con la ayuda del enólogo Tomás Stahringer. Las botellas y cajas fueron su único gasto. La primera añada que embotellaron fue “Sueños de Revolución, La Aldea” del distrito Chacras de Coria.

Hoy, después de años de esfuerzo, cuentan con más de 20 barricas, y otras líneas de Malbecs, con viñas distribuidas en: Chacras de Coria, Carrodilla, Pedriel y Drummond. Actualmente producen unas 5.000 botellas anuales, de seis etiquertas diferentes. Las condiciones de las fincas no eran fáciles. Por ejemplo, en una finca de 1905, tuvieron que replantar y mover cepas para introducir un tractor. Las plantas estaban envejecidas y sin podar, pero recuperaron un 80% de ellas.
Su enfoque se ha mantenido claro: mantener las parcelas separadas y respetar las características únicas de cada terroir. A lo que Pablo suma, “Trabajar con pequeños productores ha sido parte esencial de este camino. El vínculo con la naturaleza sigue siendo nuestro motor principal.”
A nivel agrícola, su filosofía se enfoca en la regeneración. Se centran completamente en el suelo e intervienen el viñedo de manera más estructural, sembrando coberturas vegetales que cortan regularmente y enriquecen el suelo con materia orgánica y minerales. Utilizamos métodos como el caldo Visosa, una mezcla brasileña de micronutrientes como boro, magnesio y zinc, en lugar del tradicional caldo bordelés. Además, trabajan con microorganismos que se encuentran de forma natural en el suelo o que fermentan y aplican en las hojas y raíces.
Hoy, las prácticas han evolucionado: fermentan sin sulfito y aplican bioprotección con bacterias al suelo y solo sulfitan cuando el vino entra a barrica. Estas técnicas les permiten preservar la esencia del vino mientras minimizan riesgos, especialmente en una producción pequeña como la que tienen, donde cada lote cuenta y cada decisión importa. Incluso ahora están explorando vinos sin barrica, adaptándose y descubriendo nuevas posibilidades.
El camino es siempre gradual. “Cada año aprendemos algo nuevo, nos animamos un poco más. Este enfoque nos ha permitido crecer, tanto en volumen como en reconocimiento. En nuestro primer año en la prestigiosa Guía Descorchados, logramos un reconocimiento que marcó un antes y un después: 95 puntos y el título de “Vino Revelación de Argentina”. Fue una validación de nuestro trabajo y un impulso para seguir explorando.” cuenta Pablo con la emoción de quien ve florecer su sueño propio.