enero 12, 2024

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¿El vino antes que la comida?

El vino es el que aporta el toque distintivo y entretenido de cada encuentro gastronómico sin importar su importancia.

El maridaje; arte de combinar vinos y comidas; propone un gran dilema a todos aquellos que disfrutan la buena mesa. Qué elegir primero es la cuestión. Si el interés está más en los vinos, seguramente elegirá un plato en función al vino que descorchará; o viceversa. Pero el debate entre enólogos y cocineros es más profundo. Porque está estipulado que en toda gran comida no puede faltar el buen vino, para resaltar y amplificar el placer. Hay pruebas de sobra en la literatura, el cine, restaurantes del mundo, y también en casa, siempre y cuando la ocasión lo amerite.

Pero a la inversa no pasa lo mismo. Un gran vino lo es por su historia, prestigio, origen, calidad, estilo y capacidad de añejamiento, sin necesidad de la comida. Claro que se puede disfrutar en la mesa, pero su título de gran vino ya lo tiene ganado. Quizás esta sea la razón principal por la que los mejores restaurantes del mundo ostentan las mejores cartas de vino. O quizás porque empezar eligiendo el vino propone un juego más entretenido.

Muchos que cocinan en casa disfrutan salir a comer afuera porque aprecian la mano del chef, por curiosidad de las técnicas o simplemente para probar algo que no se animan a hacer en casa. Pero seguro que ninguno (salvo los enólogos) hace vinos.

Y si bien es cierto que en la Argentina hay una rica diversidad gastronómica influenciada por las corrientes inmigratorias, al asado nadie le saca su reinado.

¿Cómo hacer entonces para sorprender a los demás con los mismos cortes de siempre, en los mismos puntos de cocción y con el mismo chimichurri? Fácil, con el vino.

Esta es la prueba irrefutable por la que empezar eligiendo el vino es la mejor decisión. Y en nuestro país hay cientos de etiquetas de la misma calidad y tipo que proponen experiencias diferentes, y que todos los años se renuevan con las cosechas.

No obstante, por más que se multipliquen los asados y los asadores, no todos ponen el mismo empeño que ponen en la parrilla a la hora de elegir y servir vinos. Generalmente se descorcha una misma etiqueta cuando en realidad nunca un solo vino es lo más indicado para disfrutar todo lo que sale de los fuegos. Hay que tener un par de botellas en la heladera, porque siempre el inicio es mejor con un rosado refrescante, el vino que va muy bien con el chorizo y la morcilla, que suelen salir primero. Después un blanco, con cuerpo y firmeza, ideal para acompañar mollejas, chinchulines y riñoncitos, porque su acidez limpia mejor el paladar.

Si hay cerdo o pollo, se puede seguir con el mismo o pasar a un tinto liviano, joven y vibrante, que también puede acompañar muy bien los primeros cortes de carne. Y luego, para el más especial, el que siempre se deja para el final y que el asador saca en el punto justo de cada comensal, hay que descorchar un tinto importante, con cuerpo y buena crianza, que además servirá para estirar la sobremesa. Esta es la mejor manera de disfrutar un asado, variando el vino. Y lo mismo sucede con todo tipo de comidas, ya que el vino es el que aporta el toque distintivo y entretenido de cada encuentro gastronómico sin importar su importancia.

Entonces, queda claro que primero hay que pensar en el vino y luego en la comida. Misterio resuelto. Salud.