enero 8, 2024

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¿Es importante el año de cosecha de un vino?

La añada de un vino comienza a ser protagonista a la hora de comprar, porque además ese número dirá cuánto se puede guardar y cuán atractiva (o no) será su evolución en botella.

En vinos los números son importantes. El precio, ante todo, porque lamentablemente en un país con tanta inflación, se vuelve en la variable más influyente a la hora de la elección. Y si bien los segmentos referencian bastante bien el nivel de lo que hay dentro de la botella, en realidad es un número que no forma parte del vino.

Otra cifra importante es la cantidad de botellas elaboradas. Lógicamente en los vinos de mayor producción no se consigna el volumen, y solo se refleja cuando se quiere dar precisión de la partida “limitada”, dando a entender que es un indicio claro de la calidad. Aunque esto no es tan preciso porque no siempre menos, es más. La calidad pasa por muchos lados, si bien las producciones en pequeñas cantidades permiten a los enólogos estar más encima de los detalles, también hay vinos de gran volumen que se elaboran con los mismos (o mejores) estándares de calidad. Otro número que en nuestro país suele figurar en las etiquetas es la altura de las viñas que, si bien tampoco son una referencia directa y proporcional a la calidad, habla de un paisaje diferente y que permite características únicas a las uvas. El hacedor que sabe embotellar eso es el que se destaca con los vinos de altura. Pero sin dudas, el número más importante en un vino es la cosecha, aunque recientemente está adquiriendo relevancia. Porque en los vinos de hoy la influencia del clima ya se siente en las copas, porque como muchos de los mejores vinos ya encontraron su lugar, sus variedades y sus métodos de vinificación y crianza, los grandes cambios año tras año los da la naturaleza. Es decir que, de ahí en más, el carácter que se sienta en esos vinos estará marcado por la acción del clima. Claro que la Argentina vitícola es inmensa y no se puede generalizar. Como así tampoco comparar mucho dentro de una región, porque cada cual tiene sus recetas para conducir los viñedos en pos de adaptarlos al clima. Esto significa que no se trata solo de un terruño específico sino de la interpretación que cada hacedor haga de ese paisaje para llevarlo a la botella. Pero hay que saber que, cuando uno adopta un gran vino para seguir de cerca a través del tiempo, en un año frío será menos expresivo, más tenso al principio, pero más longevo. En cambio, si se trató de un año cálido, el vino causará más impacto cuando joven, pero no podrá mantener tanto sus atributos. Y si fue lluvioso, puede llegar a sentirse más débil que otros años.

Por eso, la cosecha comienza a ser protagonista a la hora de comprar, porque además ese número dirá cuánto se puede guardar un vino y cuán atractiva (o no) será su evolución en botella.

De cara al comienzo de la 2023, se puede decir que, de las últimas seis cosechas, cuatro fueron frescas, siendo 2016 además la más lluviosa. La 2017 con temperaturas medias más altas se acercó más al nivel de las tradicionales, aunque con rendimientos más bajos. La 2018 fue fresca, pero la 2019 mucha más, y seca, y, por lo tanto, para muchos hacedores, la mejor de las últimas décadas. Sin ir más lejos, es la añada que más vinos argentinos con 100 puntos ha dejado. Dicen que la 2021 se le parece bastante y que la 2022 también se la puede considerar fresca. Solo la 2020 es cálida, aunque con un ciclo bien adelantado que muchos comenzaron temprano a cosechar y, más allá de haber esquivado las complicaciones del comienzo de las restricciones por pandemia, lograron vinos con buen balance de madurez y frescura.

Claro que se pueden mezclar vinos de cosechas. Antes se hacía por una cuestión de continuidad y evitar quiebres de stock, manteniendo un estilo similar a través de los años. Y por eso no se reflejaba en las etiquetas. Pero algunas bodegas han recuperado esa esencia, creando blends de variedades de diferentes cosechas con la intención de lograr vinos únicos. Pero no solo para saber qué estilo de vino o cómo y cuánto puede evolucionar un vino sirve la añada. También es una referencia simbólica para descorchar momentos únicos, celebrando viejos recuerdos. Eso es lo que permiten vinos guardados; bien guardados. Rememorar aniversarios, nacimientos y cualquier tipo de evento pasado familiar o profesional, descorchando un vino con 20, 30 40 o 50 años, que todavía esté disfrutable. Porque más allá de remover la memoria, saborear el paso del tiempo es otra de las virtudes que tiene saber la cosecha de un vino.

Por lo tanto, para blancos jóvenes, rosados y espumosos frescos, buscar las cosechas más recientes, del año o del año anterior, no más. Para los tintos y blancos más serios se puede ir hasta tres, cuatro y cinco años para atrás. Mientras que para los grandes vinos, la información sobre la cosecha es fundamental para saber si se lo descorcha o se lo sigue guardando.