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Germán Masera: “Los vinos con identidad son únicos e irrepetibles”

Promesa convertida en realidad. Fue elegido “Mejor Enólogo Joven 2023”, por el reconocido crítico de vinos Tim Atkin. Forma parte de una nueva generación de profesionales, que continúa con la revolución de los vinos argentinos desde su proyecto Escala Humana Wines.

Nacido y criado en Godoy Cruz (Mendoza), German Masera lleva el hacer vino en la sangre. Llegó para tomar la posta en la enología que había comenzado su abuelo, dos generaciones atrás, cuando perdieron su bodega en manos del crecimiento de la provincia. “La familia por parte de mi papá, tuvo una bodega en Luján de Cuyo. Pero cuando el gobierno hizo la planificación para expandir Mendoza al Acceso Sur (que hoy es la ruta 40 que va a Valle de Uco) el tramo pasaba justo por el medio de la finca. Hicieron una expropiación de las tierras y se las pagaron dos “mangos”. En ese momento tuvieron que vender la bodega. Por ende, la generación de mi padre se desconectó un poco con la agricultura y el vino. Yo me considero como un kilómetro cero haciendo vino”.

Mientras estudiaba enología en la Universidad Juan Agustín Maza comenzó a trabajar en bodegas y en vendimias. “La carrera te daba la posibilidad de estudiar y trabajar a la vez. En el primer año de cursado hice una vendimia. Eran cinco años de carrera, que yo hice en diez. Mi viejo estaba a la puteadas (risas) pero eso tenía un sentido. Siempre me sentí muy cómodo trabajando y conociendo. En mis inicios estuve en Viña Cobos, desde el 2003 hasta el 2007. Cortaba en septiembre el año de universidad y me iba a hacer vendimia en Estados Unidos. Después volvía, perdía ese año de estudio y retomaba el siguiente. La carrera no se me estiró por falta de estudio (risas), sino porque me gustaba mucho trabajar y hacer prácticas”.

Pero eso tuvo sus beneficios…

Sí, desde los inicios pude vincular lo que iba aprendiendo en la Facultad con lo que iba viendo en las bodegas. El camino que iba recorriendo en el vino fue muy lindo, porque le encontraba el sentido a todo.

¿Y por donde anduviste haciendo vendimias en el mundo?

En distintos momentos hice vendimias en: Estados Unidos, Australia, España y Chile.

¿Qué significa ser de la generación que continúa con la revolución del vino argentino que comenzaron Ale Vigil, Matías Michelini, Seba Zuccardi o Hans Vinding Diers entre otros?

Soy de la camada de enólogos que viene detrás de todos los que ya tuvieron esta mirada y la posibilidad de salir al mundo. Sobre todo de ver lo que estaba pasando en otros lados, no solamente en el barrio. Para entender un poquito más lo que está pasando hay que viajar y tuvimos la posibilidad de hacerlo y ver el vino de una manera más amplia…no tan abstracta.

¿También trabajaste en bodega Noemia, ¿cómo fue esa experiencia?

En ese entonces bodega Noemia ya era un referente en los mejores Malbec’s de Argentina. Pero era un lugar imposible de llegar. Con toda esa mística alrededor de la bodega. Con la Condesa Cinzano y ese danés loco que no mucha gente hablaba con él. Fue una gran oportunidad que me salió en ese momento. No fue fácil, pero conocer a Hans (Vinding Diers), trabajar en Noemia y hacer vinos en Patagonia fue un antes y un después en mi vida profesional y personal.

¿Siempre supiste el perfil que querías de tus vinos?

No, eso fue y es un camino. Lo más lindo de esto es que el vino que imagino que soñaría con hacer, probablemente no he llegado a hacerlo. A medida que más sabemos, más conocemos, más vinos probamos y más vino hacemos, menos certeza tenemos de cuál es el final.

¿Cómo es eso?

Cada vez estoy más seguro de que el límite o el techo de exploración de los vinos que quiera hacer, lo pongo y defino yo. Siempre sentía una mirada de 360 grados de decir, mientras con más gente trabaje, con más productores hable y más lugares caminé, verdaderamente voy a tener una visión mucho más amplia de lo que significa el vino. Creo que siempre tuve claro que quería hacer mis vinos, mi proyecto personal. A eso lo supe desde el minuto uno. Pero antes tenía que formar ese camino para poder aventurarme a ser un productor independiente. Cada lugar en el que estuve me aportó algo. Eso es lo que hoy agrandó los límites de lo que quiero hacer.

Al igual que Hans, Matías Michelini es otro nombre importante en tu vida profesional, ¿Qué pensás que te aportaron ellos en tu visión?

Hans Vinding Diers y Mati Michelini son mis dos grandes mentores. Hoy amigos y familia. Son gente con una sensibilidad que realmente emociona para entender un lugar, sentirlo y poder expresar paisajes en vino. Me aportaron un poco de locura, de revolución y un poco de locura de evolución. Hans sin ninguna duda es una persona que nació con una visión del vino de clase, tiene un perfil súper afinado a un lugar clásico de una vinificación artesanal. Además, tiene una sensibilidad para catar increíble. Mati me aporta algo permanentemente y me sorprende cada día. Me enseñó a no tenerle miedo a tocar las fronteras. Creo que soy como un blend de los dos. Ambos lograron imprimir su personalidad en los vinos que hacen y ese es el mayor camino para mí finalmente. Los vinos con identidad son únicos e irrepetibles.

Hablemos de tu proyecto Escala Humana Wines…

Escala Humana nace en el año 2015 como un proyecto, y lo digo con el pecho inflado, de una familia que se esmeró por trabajar el vino. Comenzamos haciendo 600 botellas y hoy estamos haciendo unas 65.000 y exportando a 14 países. El porfolio en el corto plazo tiene dos caminos: uno es Escala Humana y los vinos del valle. Ahí es donde están nuestras tres líneas: Liveera, Geografía Extraordinaria y Credo. Después están los vinos de La Masía, que van a ser los vinos que salen y nacen de casa propia, que es nuestro lugar. Donde estará nuestra bodega y donde estamos nosotros.

¿Qué es La Masía?

Es mi vida, mi lugar en el mundo. La Masía me estaba esperando, es algo providencial. Son años de esfuerzo, sacrificio y de andar por distintos lugares haciendo vino, siempre persiguiendo la calidad. Es el lugar increíble que soñábamos. Sabíamos que íbamos a llegar a ser agricultores independientes y vivir del vino. Pero el sueño se multiplicó por 20. Encontramos ese lugarcito, ese rincón en Gualtallary que es muy especial. Reúne condiciones de diversidad en una finca relativamente chica y eso es único para nosotros. Dedicamos tres años a estudiar todo: suelo, flora, fauna, microbiología, insectos. Y luego dedicamos mucho tiempo a pensar el lugar y a caminarlo. Es un campo inculto, nunca antes el hombre lo había pisado. Hay ecosistemas funcionando de una manera increíble desde miles de años. Plantamos una viña de malbec donde los cuadros y las parcelas surgen de todo el estudio que hemos hecho. Estamos construyendo nuestra bodega e hicimos un lugar que se llama “El “Refugio” donde nos sentábamos a contemplar la inmensidad. También va a funcionar “ERES”, la casita de té de Aye, el proyecto de mi mujer. Allí también vamos a recibir gente. Algo de turismo y alguna propuesta gastronómica. Y vamos a alojamiento. La Masía es nuestra finca, nuestra casa en Gualtallary.