Hace algunos años organizaba un encuentro anual de enólogos para analizar temáticas y entender mejor lo que se venía. Así empecé a investigar el concepto de terroir en nuestro país. Cabe destacar que esa palabra francesa no tiene una traducción literal, pero podemos decir que es la combinación de un lugar específico, su clima, su historia y la influencia de los hombres y las mujeres que toman decisiones a diario, tanto en la viña como en la bodega para dar vida a los vinos.
En nuestro país, historia vitivinícola hay mucha, pero este concepto es bastante nuevo, y por lo tanto, son pocos los vinos que hoy pueden demostrar su terroir en las copas.
En uno de esos encuentros pregunté si esa búsqueda permanente de enólogos y agrónomos terminaría el día que descubrieran el mejor lugar para hacer su vino. Y la respuesta fue rotunda: no. Es cierto que cada año las expectativas crecen y las ganas de mejorarse afloran, pero se supone que toda búsqueda tiene un objetivo. Y si se logra, fin de la búsqueda. Esto, que para muchos puede sonar al fin de su carrera, no es más que el inicio de una nueva etapa; poder jugar en las grandes ligas del vino.
Algunos europeos “arraigados en nuestros terruños “ lo saben desde que llegaron, y otros enólogos locales, convencidos desde siempre que ese era el camino, también.
Porque lo único que puede diferenciar a un vino es su carácter de lugar, pero éste debe tener por naturaleza algo especial, y alguien apasionado capaz de llevarlo a las copas. Roby Cipresso, creador de Achával Ferrer, sostiene que la disciplina del terroir no le permite interpretar, sino cumplir. Debe hacer muchas cosas para mantener ese delicado equilibrio necesario para que el terroir se exprese en plenitud. Por su parte, Hans Vinding-Diers es considerado el primer terroirista por estos lares, porque desde el primer día de su Noemía quiso embotellar “un lugar de manera natural”. Y por eso, en 2005 no hubo Noemía. Tal como sucede con los grandes vinos europeos, que no salen cuando la calidad de la cosecha no es óptima. Michel Rolland quizás sea el más famoso de ellos. Primero fue con su Yacochuya salteño y luego con su Val de Flores mendocino; dos Malbec únicos y reconocibles. Pero no todos son extranjeros, hay algunos jóvenes locales convencidos en el camino de buscar para encontrar. Como Alejandro Vigil y todo el desarrollo de parcelas que lleva en diversos viñedos y que dieron origen a muchos d ellos primeros vinos de 100 puntos nacionales. Sebastián Zuccardi, quien desde su flamante bodega en Altamira, se dedica a descubrir vinos con el foco puesto en los suelos. Así nacieron las líneas Aluvional, Polígono Finca (Los Membrillos, Piedra Infinita y Canal Uco) y los parcela, los cuales también demostraron poder codearse con los mejores vinos del mundo. Y si bien el Malbec es la cepa que mejor interpreta muchos de esos lugares, el varietal no es el protagonista. Como tampoco la madera o el manejo en bodega que se haga de los vinos. Cuánto menos se intervenga en la naturaleza, mejor. Pero para encontrar eso hay que buscar mucho, como lo hicieron Edy Del Popolo y David Bonomi hasta dar con sus PerSe. Hay muchos más ejemplos, de hacedores consagrados o jóvenes convencidos en llevar el terroir a las botellas. Por eso, luego de varios años de varietalismo, se puede decir que sí, hay vinos de terroir en Argentina. Pero este, es solo el principio de una nueva historia.