El 7 de septiembre se celebró el “Día del Enólogo” y desde The Wine Time entrevistamos a José “Pepe” Galante, uno de los winemakers más destacados de esta parte del continente para hablar sobre el pasado, el presente y el futuro de la industria del vino.
Si bien Galante nació en una familia relacionada al mundo del vino (su abuelo, inmigrante italiano tuvo su propia bodega y su padre fue encargado de una bodega) los planes para él eran los de ser contador, hasta que un día se dio cuenta que todas sus vivencias al lado de su familia no habían sido en vano y comenzó la carrera de Enología en Don Bosco. Pepe recuerda: “Siempre digo que esa es una faceta oscura de mi vida (risas), mi Nono llegó de Italia y siempre estuvo vinculado al mundo del vino. Incluso, llegó a tener una pequeña bodeguita en el este de Mendoza. Mi papá también siempre trabajó en el mundo del vino. Pero era él quien me insistía para que estudie Ciencias Económicas. Rendí el preuniversitario de aquella época, pero después mi cabeza hizo un click y dije esto no es lo mío. Un día fue hasta Rodeo del Medio y me inscribí en la Facultad”.
¿Dónde empezaste a trabajar cuando terminaste la carrera?
Empecé trabajando en Esmeralda, que era la bodega de vinos boutique que tenía en aquella época Catena Zapata. Ahí se elaboraban los vinos de alta gama de la familia y la etiqueta más emblemática que actualmente está presente en el mercado (Saint Felicien). A fines de los 80’ Jorge Catena (hermano de Nicolás) realiza una maestría en Davis (California, Estados Unidos), conoce a Paul Hobbs y lo invita a Mendoza. Él comenzó a venir a Argentina en esa época y Catena comienzó a diseñar lo que después concretó firmemente a partir de los 90’.
¿Cómo fue esa experiencia de intercambio de conocimientos con Paul Hobbs?
Recuerdo que cuando venía y traía algunos vinos americanos, los probábamos y decíamos ¿qué es esto? Eran algo totalmente novedoso para nosotros. En ese momento nosotros hacíamos vinos con aspiraciones de alta gama, pero en realidad no tenían la fruta, ni la frescura, ni el nervio, ni la vivacidad que tenían esos vinos que se estaban produciendo en Estados Unidos.
¿Cómo era la industria en esos tiempos a nivel técnico?
Era algo curioso. En realidad, lo que nosotros hacíamos era “destruir” los vinos. No había una vocación de nivel de detalle, tanto en el viñedo como en la bodega. No existía este concepto del manejo de la canopia, la pureza varietal, etcétera. Se hacía lo que se podía. Disponíamos de esas cubas de madera que tenían décadas y décadas totalmente obsoletas que en realidad eran máquinas de oxidar más que otra cosa. Además, toda la tecnología que había era de muy mala calidad.
¿Cómo y cuando empezaron los cambios y las mejoras en la industria?
En los 90’ hice mi primer viaje a Estados Unidos, estuvimos un mes trabajando con Paul Hobbs. Por la mañana recorríamos viñedos y probábamos los mostos y los vinos. Por las tardes teníamos reuniones en otras bodegas para ir a visitar y probar sus vinos. A mi cabeza le faltaba espacio para guardar la información de todo lo que estaba viviendo. Además, todavía me faltaba volver a Mendoza, empezar a armar equipos de trabajo y tratar de introducir estos conceptos de meticulosidad, de cuidados. Una nueva filosofía en cuanto a la elaboración de los vinos y el cuidado de los viñedos. La paridad económica de esos años, en nuestro país, facilitó acceder a tecnología de muy buena calidad. En ese momento llegaron los primeros tanques de acero, las primeras barricas, los equipos de molienda, de prensado, etc. Después, en 1992 viajamos a Europa e hicimos toda la zona del sur de Francia y Burdeos. En 1994 recorrimos toda la Borgoña y terminamos de nuevo en Burdeos. También viajamos a Italia y España para ver todo lo que estaba pasando.
¿En ese momento las bodegas comienzan a buscar nuevas zonas?
Fue mucha la información que recibimos y se pudo trasladar e implementar rápidamente. Eso es algo que siempre destaco. La formación que nos dieron a nosotros en la Facultad de Enología y en especial el Padre Oreglia, (fundador de la Facultad) fue fundamental para entender el conocimiento. Debido a esto, y en busca de mejores temperaturas y mejor amplitud térmica, llegamos al Valle de Uco. Recorrimos un camino maravilloso y los resultados fueron increíbles. Eso nos ha llevado al lugar en el que estamos hoy.
¿También los llevó a poner en valor otros varietales, como el chardonnay?
El chardonnay fue revolucionario. Hacer un chardonnay con fermentación y crianza en barricas de roble francés, fue una algo muy novedoso. Tengo pruebas contundentes de que fui el primer enólogo en fermentar chardonnay en barricas de roble francés en los 90’. Ese primer contenedor de barricas que llegaron eran de François Frere de la Borgoña y llegó al puerto de Buenos Aires. No lo liberaban porque hacía 50 años que Argentina no importaba barricas y no tenían la posición arancelaria para clasificar esa mercadería.
¿Y cuándo empieza el boom del Malbec?
El proyecto estaba diseñado para la exportación. El malbec es un varietal que recién llegó al portafolio de Catena en el 1994. Y también fue revolucionario. Nosotros hicimos ese primer malbec y se vendió rápidamente. A partir de esto empezó a tomar relevancia y prestigio y pasó a ser el vino más importante del portafolio de la bodega (dejando atrás al Cabernet Sauvignon). Ya en el 2000 empezaron a confirmarse estos resultados, a nivel marketing, con los puntajes de vinos de los críticos. Y sobre todo por la calidad de esos vinos, con un estilo totalmente distinto a los de la década del 90’.
Hablaste de los puntajes, ¿Qué significa haber llegado a tener vinos 100 puntos?
Está buenísimo que suceda, porque explica todo este trabajo de 30 años. Hoy el horizonte está mucho más claro y sabemos muy bien dudas hacia dónde vamos. Todo este conocimiento vertiginoso que se ha producido en los últimos años, es consecuencia de todo ese trabajo previo que se fue realizando. Debemos obtener la máxima expresión a todas esas regiones de las cuales hoy conocemos su potencial. Y trabajar en consecuencia para terminar de confirmar y definir ese estilo, ese carácter que identifique zonas como: Pampa El Cepillo, Altamira, Chacayes o San Pablo. Así lo venimos trabajando en Salentein. El camino y la identidad del vino argentino están bien definidos y lo estamos transitando.
¿Qué significa ser el Chief Winemaker de bodega Salentein?
Siempre tuve plena libertad para trabajar en Salentein y la premisa siempre fue la calidad por sobre todas las cosas. Un gran motivador para trabajar fue el hecho de que la bodega tiene todos sus viñedos en Valle de Uco, lugar que me fascina. De hecho, una de mis primeras decisiones fue armar un pequeñísimo departamento de investigación y su responsabilidad era hacer microvinificaciones, seguirlas en el tiempo, probar e ir aprendiendo cómo funcionaban las distintas alturas y los distintos varietales a distintas alturas.
Por último, hablemos de tu proyecto familiar, Puramun Wines…
Hoy tenemos cinco vinos, un Malbec que es un blend de distintas regiones dentro del Valle de Uco. Y en el 2013 hicimos el cofermentado de Malbec y Petit Verdot. Después en el 2016 hicimos un Chardonnay, que ese era una deuda familiar, que yo tenía sobre todo con mi esposa que era la que lo reclamaba (risas). En el 2018 hicimos un Cabernet Franc con un estilo en nariz un poquito herbal, que es lo que a mí me gusta de la cepa. Y en el 2020 hicimos un poquito de Pinot Noir. Es un proyecto familiar porque solo no lo podría haber hecho, ellos son los que me ayudan en todo. Yo sólo hago los vinos, del resto de las actividades se encargan mis hijos.