Al descender por el desvío hacia Villa Traful, el bosque de coihues y cipreses se cierra a los lados, entre curvas y contracurvas el túnel verde pelea a lo alto por el sol, y los rayos que logran traspasar se perciben como bendiciones. La tierra tapizada de troncos grises como esculturas perecederas, el clima cambia, no el ambiental, el emocional. Hasta que la aldea de montaña aparece con su caserío con abundante oferta de hosterías y hostels, con los comercios de pesca y alguno de subvenir, con uno que otro bar, con la tranquilidad de un sitio que deja todo el honor a la naturaleza. El lago sale a escena sereno, idílico, con tonos turquesas con destellos de sol que parecen piedras preciosas. Se intuye que es este sitio único, se vienen jornadas inolvidables.

¿Qué hacer en la Villa de los sueños?
Hay que ir al mirador de Traful para tomar conciencia del lugar en el que nos encontramos. Son 50 escalones de madera, como todo por aquí, los ojos se llenan de lágrimas, el corazón late fuerte, la belleza nos deja boquiabiertos, y sonreímos más que nunca. El intenso viento en la cara nos dice: deléitate con este regalo de la vida. Los cerros Traful, de 2000 metros de altura, Negro, Blanco y Auca Mahuida resguardan el prodigio del agua.

Una excelente excursión es visitar las lagunas Las Mellizas, que combina un trayecto en lancha y otro a caballo, cruzar el lago y recorrer un bellísimo bosque de cipreses y radales rodeados de cursos de aguas de cientos de tonalidades. Allí, la sorprendente Cueva Traful I, que tiene expresiones de arte tehuelche de unos 600 años de antigüedad.

Otro de los portentos a conocer, son las cascadas Coa Coá y Ñivinco y el Bosque Sumergido. Se trata de un bosque hundido a unos 30 metros de profundidad. Resulta que en 1960, luego de un movimiento sísmico hizo que la ladera de un cerro de desmoronara sobre el agua. Se puede visitar en lancha o buceando. Si se va embarcado, se pasará por las grutas naturales alfombradas de flores silvestres sobresale la imagen de la Virgen Stella Maris, patrona de los pescadores. A propósito para los amantes del deporte, es posible capturar los mejores ejemplares de salmónidos, con trolling, embarcado, spining o con mosca. El auténtico protagonista es el salmón encerrado, también llamado del Traful.

Una caminata hasta Cerro Negro, ofrece una senda entre ñires achaparrados, arbustos y vistas de cerros, con claros que otra vez llevan la mirada hacia el lago.
Desde San Martín de los andes a Traful
La ciudad de San Martín de los Andes tiene la calidez y la calidad que ostenta la Patagonia, recostada sobre el lago Lácar con la cordillera siempre dominando el paisaje, cubierta por el bosque de cipreses que logra que en las mañanas nos despertemos con la lucha del pájaro carpintero por obtener su sustento. La intención es tomar el afamado camino de los 7 lagos y llegar a Villa Traful, la gema de esta senda que luego continua hasta Bariloche.
Tras la salida, mate en mano, a poco, 5km se encuentra el ingreso al balneario Catritre, y un kilómetro más adelante el acceso a la ruta provincial 108 que conduce a la Villa Quila Quina, otro de los sitios veraniegos por excelencia. Pero nuestro objetivo es otro, continuamos, que marca un ascenso continuo, con los bosques de roble pellín, laderas donde pastan ovejas en el lírico paraje. Un cartel anuncia al Mirador del Pil Pil, la parada necesaria para apreciar desde lo alto la magnificencia del Lácar, los cerros Vizcacha, Sabana, y Colorado, y buena parte del valle del arroyo que da nombre a la ciudad. Al toque la ruta que conduce al Centro Chapelco, que también tiene actividades en verano.
Más adelante está el Mirador del Arroyo Partido que da lugar a una rareza a esa que natura nos tiene acostumbrados. Se ve al pequeño arroyito que trae las aguas de deshielo de la cumbre del Chapelco y tropieza con el cauce de piedras que, a partir de allí se abre en dos brazos claramente diferenciados. El izquierdo se convierte en el arroyo Culebra que, haciendo honor a su nombre, serpentea buscando las aguas del río Hermoso, para luego continuar su marcha hacia el océano Atlántico; el derecho adquiere el nombre de Pil Pil, y a través de las aguas del lago Lácar desagua en el océano Pacífico.
El camino continúa con Falkner haciendo gala de su belleza, hay un abrupto descenso hasta el río Hermoso. Se abren dos caminos, tomamos el de la derecha: ruta nacional 234 lleva a Villa La Angostura (85 km), y a Bariloche (166 km).
Por el camino pavimentado de los 7 lagos, se observa la laguna Fría con su avifauna acuática y enseguida el Mirador del lago Machónico, una postal ineludible del trayecto.

La próxima posta es lago Hermoso, hay un centro con servicios para el visitante, refugio, cafetería, guardaparques, entre otros, desde allí un desvío de 2km para acceder al espejo de agua.
De regreso a la 234, se deja atrás al Parque Nacional Lanín para ingresar al Parque Nacional Nahuel Huapi, y enseguida volver a detenerse para admirar la cascada Vulignanco, un salto impresionante que, surgiendo del bosque, se parte en dos con una caída de fotografía obligada.
El asombro se sucede, ya que apenas reiniciada la marcha aparece con toda su imponencia el lago Falkner, con una sucesión de playas de arena y el pequeño río que lo hermana con el lago Villarino.

A casi nada, el lago Escondido, con sus tonos verdes reportándose entre el bosque de coihues, y el camino comienza a descender hasta el Pichi Traful, que no es otra cosa que el brazo norte del lago homónimo. Se suceden un área de picnic sobre el río, la seccional del guardaparque y un desvío a la izquierda que luego de dos kilómetros lleva al lago y el camping.
Retomando la ruta nacional 40 (ex 234), hay que continuar veinte kilómetros por un camino que zigzaguea entre densos bosques de coihues, bordeando el río, para finalmente llegar al desvío sobre la izquierda que lleva a Villa Traful (27 km). Un abrupto ascenso de un kilómetro –El Portezuelo- lleva hasta los 930 metros sobre el nivel del mar; aparecen radales, cipreses y retamos, cambia la fisonomía del paisaje, y como un flash se visualiza el lago sobre la izquierda, con una bahía digna de una postal caribeña en el Puerto Arrayán.