Más allá de la coyuntura local, una de las costumbres más arraigadas en los argentinos es juntarse a brindar, y más en esta época del año. Evidentemente hay un gran poder de resiliencia en la gente que siempre valora más la parte llena de la copa y así sigue adelante a pesar de tantas adversidades. Esto explica que casi todas las bodegas se preocupen por tener en su portfolio un espumoso; el vino más elegido para las celebraciones. Claro que están las pioneras y especializadas que desde siempre se dedicaron a elaborar ese tipo de vinos. Y si bien no han cambiado mucho su oferta, si han evolucionado. Fundamentalmente porque plantaron viñedos a mayor altura, logrando así una mayor acidez natural en los vinos base y cada vez con más equilibrio. Esto, sumado a un mejor manejo de ambos métodos, Champenoise (botella por botella) y Charmat (en tanques presurizados), dio como resultado una amplia diversidad de etiquetas disponibles porque muchas bodegas se animaron a incursionar en la categoría. En cuanto a estilos, hay dos bien marcados. Se puede decir que uno es más clásico y el otro más moderno. El primero sería el de los vinos que, gracias a un mayor tiempo de contacto sobre las lías durante la segunda fermentación, logran un carácter más de frutas secas y pan tostados, con notas de la complejidad aportada por el paso del tiempo. Mientras que la segunda está más enfocada en mantener vivo el carácter frutal de las uvas. Y siempre todos refrescantes e ideales para levantar las copas y brindar por lo que viene.
Para el consumidor interesado, la marca, el estilo y la calidad son influyentes, pero sabe que lo más importante no es el vino, sino la sumatoria de todo lo que rodea al momento del disfrute; la copa, la compañía, el ambiente y la comida, son también importantes como el vino. Pero hay un aspecto que permite apreciarlos mejor; la temperatura. Y si bien no es muy difícil lograrla, muchos descuidan ese pequeño gran detalle. Existen varias formas de atemperar un vino correctamente, pero sin dudas la mejor es con una climatizadora. Porque estos accesorios permiten tener en casa aquellos vinos preferidos, listos para ser descorchados y compartidos a la temperatura ideal. Hay cavas-climatizadoras para todos los gustos, grandes y chicas, pueden contener desde 12 hasta 166 botellas, y algunas vienen con diferentes funciones, como control de temperatura y humedad por wi-fi, luces led, etc. También vienen con estantes deslizables que permiten elegir una botella sin tener que mover las demás, más allá de la practicidad para elegir la etiqueta deseada. Algunas son elegantes para lucir en el living o en la cocina de casa, mientras que otras más discretas. Son el accesorio ideal para aquellos que no tienen un espacio acondicionado especialmente para la estiba de sus botellas, con estantería y refrigeración permanente; que generalmente suelen ser cavas independientes para albergar desde 200 botellas. Pero como la gran mayoría no cuenta con ese espacio en casa o prefiere no acopiar tantas botellas, las climatizadoras resultan ideales para tener a mano la mejor selección de botellas. Incluso las de espumosos. De no ser así, hay que ponerlos en la heladera al menos dos horas y, media hora antes de su consumo, subirla al freezer. Y, al llegar el momento de su descorche, llevarla a la mesa junto a una frapera con agua y hielo. De manera tal que después de servir las primeras copas, la botella quede sumergida en la frapera hasta la altura del cuello, para que el vino restante se mantenga bien fresco. Y si bien es cierto que, a mejor calidad, el vino resiste más temperatura, lo cual implica que se puede servir un vino entre 5 y 12 grados, en esta época del año, el vino se calienta rápido en la copa. Por eso es mejor, dejar la botella en la frapera y servir poco. Así, el vino será más disfrutado.