Hay muchas palabras que se usan para describir vinos porque hay muchos consumidores a los que les interesa saber cómo describir todas esas sensaciones que ofrece el vino como ninguna otra bebida. Siempre digo, se justifica una guía porque hay muchos y de ambos lados, oferta-demanda, productores-consumidores. Si a eso le agregamos que son muchas las variables que influyen en la apreciación de un vino desde que es elaborado hasta que es descorchado, las posibilidades son infinitas.
Claro que no todos los vinos merecen la misma atención, simplemente porque no están concebidos para ello, más allá del costo que implica elaborarlos y, obviamente, después comprarlos. La mayoría son vinos correctos, que toma la mayoría por sana costumbre. Después vienen los vinos simples, dentro de los cuales hay algunos mejor logrados por empezar a tener algún atributo. Y de ahí en más comienza una atractiva escala. Pero, al contrario de lo que muchos piensan, no es tan amplia, no al menos desde lo cualitativo. Porque para producir un vino de la mejor calidad siempre se puede pagar. O sea que la calidad tiene un límite cuantitativo. Lo que no tiene límites es la imaginación de los hacedores y por ende se la interpretación de los lugares. Y, claro está, no en todos los lugares se pueden concebir vinos de 100 puntos.
Pero volviendo a las palabras que se usan para hablar de los vinos con más valor agregado y atributos, hay una que es muy descriptiva, pero tiene muchas acepciones; profundidad. Algunos solo se remiten al aspecto táctil del vino en su paso por boca, que es sinónimo de largo en boca. Los más enófilos hasta se preocupan por medir las caudalías, los segundos que perdura en vino en el paladar. Pero lejos de las obsesiones de cada uno, acá empieza a estar la claves de la profundidad. Porque no hay un vino profundo sin profundidad de boca, pero lo importante no es el tiempo que perdure, sino lo que diga el vino durante ese tiempo. Obvio que nadie va a estar pensando en esto a lo largo de cada copa. Solo se hace para “entender” a un vino. Y una vez logrado, se bebe y listo.
Pero en la apreciación de la profundidad del vino está la comprensión del concepto de un vino. Claro, si no se sabe que quiso hacer el enólogo, o si no se sabe cuáles son las características del lugar, sólo se puede apelar a la apreciación del vino en un momento determinado. Pero el vino permite ser disfrutado en un sin fin de situaciones, y cada cual sabe cómo encarar cada botella. Al amante del vino le gusta tomar, pero más le gusta conocer, y para ello debe querer apreciar.
La profundidad más profunda del vino está conectada con las intenciones del hacedor, que a su vez están conectadas con las características de un lugar. Puede ser más o menos intervención, puede haber crianza en madera o racimo entero, pero lo que importa, es el resultado final. Y acá no se habla de gustos personales, porque esos son indiscutibles, acá se trata de poder comprender la profundidad del mensaje de un vino. Solo así se va a comprender que existen vinos únicos y muy difíciles de conseguir, y que por ello sus valores son más elevados que los del resto. ¿Son mejores? No, simplemente, son más profundos.