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Lo que importa no es el precio

En el mejor momento de la historia del vino argentino, la gente está tomando menos. Y no por culpa del vino sino de la situación económica. Una paradoja más de este maravilloso país.

Es cierto que, en un país inflacionario como el nuestro, el precio se vuelve la variable más importante en el consumo. Pero si bien es un indicador bastante confiable de la calidad, salvo algunas excepciones, ese número no forma parte del producto. En otras palabras, un vino no cambia sus atributos porque cueste $1.000 o $10.000, sigue siendo el mismo desde su aspecto cualitativo. Y lo que si puede cambiar es su relación calidad-precio, pero esa es una combinación de una variable del producto con una variable externa del mismo. No obstante, en un país donde cuesta ganarse el “mango” y, sobre todo, mantener el poder adquisitivo, el precio es el atributo principal que la mayoría de los consumidores tienen en cuenta a la hora de adquirir una botella. Una lástima, porque justo en el mejor momento de la historia del vino argentino, la gente está tomando menos. Y no por culpa del vino sino de la situación económica. Una paradoja más de este maravilloso país.

Recientemente, Dolores Lavaque (directora de la Consultora Stg) publicó los resultados de su última Radiografía del Consumidor Argentino de Vinos (2022-2023), respondiendo preguntas básicas como ¿Cuánto gastan y dónde compran? ¿Cuáles son las principales situaciones de consumo? Así, este estudio permite comprender las demandas y tendencias del mercado en un año que se caracteriza por las compras planificadas. Cada argentino consume vinos tres veces a la semana; y espumosos, una vez, según la opinión de hombres y mujeres mayores de 25 años, consumidores de vinos y espumantes de más de $1.600. Y el tinto sigue siendo el preferido; 8 de cada 10.

Ante la pregunta de cuánto gastaron, en promedio, en la botella de vino que compraron con mayor frecuencia, la respuesta fue $2.200. La compra es principalmente Offline, destacándose las vinotecas y los supermercados. Entre el target que opta por la compra Online, esta se da principalmente a través de webs de vinotecas y/o bodegas. El vino es consumido principalmente en el hogar, siendo una clara compañía de las comidas (46%). Esto seguramente debe tener que ver con dos cosas. Por un lado, el mayor precio que se paga en un restaurante, junto a la campaña de tolerancia 0.

Por otra parte, Vinodata; un centro de investigación dedicado al mercado del vino argentino asociado al Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) creó el IPV. El Índice de Precios del Vino (IPV) es una herramienta que permite traer mayor transparencia a la industria del vino y generar un mejor entendimiento sobre tendencias generales y particulares vinculadas a precios en el mercado local. Se calcula relevando el precio de lista de 4912 vinos de diferentes gamas y a través de diferentes canales. Para estimar el IPV se utilizan ponderadores que asignan un peso diferente a cada etiqueta dentro de la muestra. Durante el mes de abril, el IPV registró una suba de 21,3%. Y la variación acumulada del IPV entre octubre de 2022 y abril de 2023 alcanzó al 59,2%. Esto sugiere que, en promedio, los vinos han mostrado incrementos por encima del nivel de precios general. En mayo alcanzó al 10,3 % en la comparación con el pasado. Si bien esta variación es superior a la registrada por el INDEC para el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mes de mayo (7,8%), representa una desaceleración respecto del aumento del IPV en el mes de abril (21,2%); ya que aumentó la mitad.

Pero todos estos estudios, números e índices no reflejan la realidad del vino argentino. Que, impulsado por el Malbec, está mejorando a una velocidad impresionante.

Pasando en solo medio siglo de la cantidad a la calidad, de la revolución a la evolución, y de ahí a la re-evolución. La Argentina no tiene el mejor vino del mundo (al menos por ahora), pero si un desarrollo que todo profesional admira y reconoce. Pocas industrias vitivinícolas del mundo tiene una cepa insignia como el Malbec con más de 50.000 hectáreas plantadas y un gran potencial por delante, capaz de reflejar los diversos terruños en las copas. Siendo tan protagonista de vinos para todos los días como de grandes exponentes para ocasiones especiales y con gran capacidad de guarda.

Y por otro lado están los consumidores, que se las arreglan para ir aprendiendo cada vez más a pesar que la inflación se las complique. Porque cuando están listos para pasar a otro nivel cualitativo, porque entendieron como apreciar y valorar un vino de mayor calidad, viene el aumento. Y otra vez, de vuelta a empezar. Sin embargo, por estos movimientos de los precios, ajenos a la industria, son más los consumidores que se caen que los que logran mantenerse. Porque el golpe al bolsillo es cotidiano, y el vino no es un producto de primera necesidad. Y eso implica menor consumo y una mayor dificultad para la industria, que a la larga también llega a los precios.

Estoy seguro que en otros mercados tienen más poder adquisitivo y menos presiones sobre sus ingresos (porque no tienen inflación), lo que les permite darse sus gustitos semanales, como por ejemplo tomarse un buen vino. Pero eso no significa que sepan más o valoren más los vinos que los consumidores locales. Una cosa es poder comprar y otra saber de vinos. Por último, se sabe que estas permanentes variantes en (todos) los precios, han generado consumidores más creativos, que saben cómo rebuscárselas para salir adelante y no detener sus ganas de saber más y tomar cada vez mejor.

Muchos se juntan para probar esas botellas de vino que a uno se le escapan de su presupuesto. Otros asisten a ferias de vinos, y aprovechan allí para degustar las mejores etiquetas, esas que son más difíciles de comprar, pero que marcan el camino del estilo y la calidad de todos los vinos argentinos, ya sean que tengan el foco en la variedad, en la región o en el estilo. En definitiva, se trata de disfrutar, y si bien todos tienen una limitante a la hora de comprar un vino, siempre hay que saber que lo más importante no es el precio de la botella, sino el mensaje que tiene adentro, la compañía con quién se va a compartir y el momento que se va a disfrutar. Y todo eso, no tiene precio.