Desde su bajo perfil, Luis Reginato es uno de los profesionales del mundo del vino argentino que más conoce el terroir mendocino. Ingeniero Agrónomo de profesión, apenas finalizó sus estudios en 1999 entró a trabajar a la bodega Catena Zapata y desde allí fue artífice principal, junto a Laura Catena y Alejandro Vigil, en el conocimiento del suelo y desarrollo de sus viñedos a través del Catena Institute of Wine.
Tercera generación de enólogos y viticultores, se crió entre barricas y viñedos en La Consulta. Su abuelo era tonelero además de viticultor. Su padre José era enólogo y su hermano (Pepe) es uno de los maestros champañeros más importantes de Argentina. Familia del vino como pocas. “Cuando mi hijo me acompaña a trabajar a los viñedos y lo veo comer uva, principalmente la Chardonnay (que al momento de la madurez es bien dulce), me recuerda a cuando yo hacía lo mismo con mi papá. Mientras él recorría los viñedos y veía las vides, yo lo miraba con orgullo, es un lindo recuerdo que tengo”, rememora Luis.
Teniendo en cuenta tu historia familiar alrededor del vino, ¿alguna vez pensaste estudiar otra carrera que no fuera enología o agronomía?
No, porque se fue dando todo. Primero estudié en el Liceo Agrícola y Enológico. Es una escuela secundaria que depende de la Universidad Nacional de Cuyo y está muy enfocada al tema de la vid y la agricultura en general. Siempre me gustaron la naturaleza, las plantas y ese ecosistema vivo que hay en el suelo. Eso sumado a que he tenido la suerte de tener una familia que se dedicaba a esto. Seguí la carrera de Agronomía por vocación pura.
Te recibiste y comenzaste a trabajar en Catena Zapata…
Desde el año 1999 que trabajo allí. Es un largo camino recorrido. Ha sido un tiempo de mucho aprendizaje y muy lindo, estoy muy agradecido. Además de toda la parte vitícola tengo a cargo en Catena también algunos vinos de Laura Catena como son: La Posta Vineyards y Luca Wines. Siempre entendemos que el vino viene de la viña y viene de la viticultura y que ahí está el secreto de la calidad. Trabajamos mucho sobre como producir la uva en cada región.

El vino viene de la viña dijiste y la bodega en puestos claves tiene Ingenieros Agrónomos, vos y Ale Vigil por ejemplo.
La idea es sacar el mejor potencial de cada zona. Dentro de la bodega hay muchas cosas que se pueden controlar. Son todos procesos bajo techo y con variables más fáciles de controlar (temperatura, tiempos, qué tipo de extracción haces en un tanque, etc..). En cambio, en la viña tenés todo un factor climático que es distinto año tras año y encima el cambio climático va influyendo. Debemos interpretar todas esas variables e ir tomando decisiones para lograr el objetivo de calidad que tenemos. Pensamos que es muy importante la viña, por eso en general todos son agrónomos.
¿Hiciste experiencias en el exterior?
Nicolás Catena es una persona que viene de la ciencia, que cree en la tecnología, en el estudio y en tomar decisiones a partir de todo esto. Su hija Laura también. Ella es médica y estudio en Harvard. Son personas que creen mucho en la capacitación y en la educación. Siempre han apostado por nuestra formación. He hecho muchísimos viajes a Nueva Zelanda, Australia, California, Francia o España. Siempre se aprende mucho. Después hay que traducir todo ese conocimiento a nuestro clima y suelos. Hay mucha tecnología que está asociada al lugar y que puede dar malos resultados si la aplicamos acá.
Hace más de 20 años que recorres el Valle de Uco, ¿cuándo comenzaste a darte cuenta su potencial y las diferencias organolépticas que tienen sus vinos?
Te podría decir que eso empieza con mi papá. Nací en La Consulta que es un pueblo pequeño en el Valle de Uco. Cuando acompañaba a mi papá a trabajar a los viñedos siempre probaba distintos cortes. Eran otra viticultura y otra enología y tenía distintos vinos: malbec de El Cepillo, de La Consulta, de Tupungato y otras zonas. Y él me iba marcando que no eran todos iguales, justamente porque pertenecían a distintos lugares. Después aprendí muchísimo de un amigo de él, que fue quien me contrató en Catena. Se llamaba Ricardo González Villanueva y era ingeniero agrónomo. También me enseñó mucho sobre zonas. Gracias a todas estas experiencias y el estudio (realizó una Maestría en Enología Viticultura) fue comprendiendo lo que significaba la diferencia de lugar.
¿Por qué pensás que el Malbec se adaptó tan bien en Argentina?
Es una historia muy interesante. Lo que tenemos en Argentina son poblaciones de malbec pre filoxéricos. Estos malbec estaban en Francia donde es su origen, en Cahors, pero también estaban en Bordeaux. Ese malbec original fue traído a la Argentina por Pouget a pedido de Sarmiento (ya todos conocen la historia). Una parte de la calidad que tenemos es esta genética de la población de malbec. Y la otra parte son las condiciones climáticas, lo que llamamos el terroir. Esa combinación de suelos, de climas y de altura de montaña aportaron mucho. Comenzamos a plantar en altura buscando el clima frío y luego entendiendo el efecto de la luz (la altura produce mayor intensidad lumínica). Ahí comenzamos a obtener valores que finalmente se vieron concretados en la elaboración de vinos de 100 puntos. Ese era uno de mis sueños cuando empecé a trabajar hace más de 20 años.
Obtuvieron 100 puntos con un vino de la bodega, ¿qué significó para vos ese logro?
La verdad es que hemos trabajado mucho con ese objetivo. Obtener 100 puntos era algo que teníamos en mente. Hicimos experimentación y mucha investigación para llegar ahí. Igualmente, el vino al final es subjetivo. ¿Qué diferencia hay entre un vino de 99 puntos y uno de 100? La verdad es que es muy complicado. Justo es el año que la viña tuvo el rendimiento perfecto y que la cosechamos en el día correcto. Son una gran cantidad de factores que se fueron dando y nos tocó…Siempre estamos felices cuando llegan este tipo de logros.
¿Indicaciones Geográficas o Denominaciones de Origen?
Lo de las indicaciones geográficas me parece que está bueno. Le permite al consumidor tener la posibilidad de probar vinos de Los Chacayes, Altamira u otra zona y eso antes no existía. Hace un tiempo no había nada claro. Es muy grande la región que va desde los 1500 metros de altura hasta los 900. Pensá que desde el norte de Tupungato hasta el sur de San Carlos tenés 150 kilómetros. Osea, varía muchísimo. Y por otro lado al hacer una indicación geográfica registrada nadie en el mundo puede hacer un Malbec de Paraje Altamira si vos no lo hacés. De esta forma protegés tu lugar, que es lo más irreproducible. Es lo único que no se puede copiar. La combinación de latitud, altitud, tipo de suelo, régimen de lluvias, etcétera. Por esas dos cosas creo que las IG son lo mejor para nosotros. En la Denominación de Origen interviene el hombre. En la IG solamente estudios climáticos y de suelo.