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Marcelo Miras: “Los vinos de Patagonia todavía tienen mucho para dar”

Mendocino de origen, pero patagónico por adopción, con más de 30 años haciendo vino en el sur. Es uno de los referentes de la región. Fue enólogo de Humberto Canale y Fin del Mundo. Hoy desarrolla su proyecto familiar: Bodega Miras.

Oriundo de San Rafael, donde se crio entre viñedos y bodegas familiares. Pasaba vacaciones, feriados y fines de semana en la casa de sus abuelos y tíos viñateros. Todo esto fue sembrando en él la semilla de la enología. “Si bien mis padres y mis hermanos no vivíamos de la actividad vitivinícola, siempre me llamó muchísimo la atención el hecho de ir a la casa de mis abuelos, de los tíos, y que todos tenían viñedos. Así fue naciendo mi curiosidad por la viña y especialmente por el vino, ¿Cómo podía ser que el jugo de una fruta al cabo del tiempo se tornaba en una bebida que cuando uno la tomaba te ponía alegre? Tal es así, que cuando íbamos a la casa de los abuelos y nos juntábamos con los primos, esperábamos que nuestros padres se acostaran un rato en la siesta y ahí nos íbamos a sacar vino de las bordalesas para tomar”, recuerda Marcelo entre risas.

Además de lindos recuerdos, ¿qué te dejó esa crianza entre viñedos?

Creo que muchas cosas. Aprendí especialmente de la viña, en esas vacaciones en la casa de mis abuelos y de mis tíos. Y dicen que lo que aprendes de chico no se olvida nunca. Ahí aprendí a podar, a atar la viña, a tironear, arar, a limpiar surcos y a cosechar. Esa era la actividad normal que tenían mis primos. Así que hice la escuela secundaria y me recibí de Bachiller Técnico Agrónomo Enólogo. Después seguí la Licenciatura en Enología Industria Frutihorticola, en Don Bosco que dependía de la Universidad Juan Agustín Massa.

Y tus padres que no vivían del vino, ¿te apoyaron en tu elección?

Nunca tuve dudas, pero cuando terminé el secundario mi padre me llamó y me preguntó si no tenía otro menú en el plato. Lo que quería saber esa si tenía otra opción de carreras y le dije que no. Seguí estudiando enología por cabeza dura (como decía mi madre) y aquí estamos, haciendo, viviendo y transmitiendo el vino. Y hoy veo a mis hijos los cuales también ya están involucrados y les gusta, así que evidentemente supimos transmitirle esa pasión.

Hace más de 30 años que llegaste a la Patagonia, ¿Cómo fue el proceso?

-Cuando comencé a cursar tercer año en la facultad ya había empezado mis primeras armas en la enología y cuando terminé de cursar estuve trabajando en una bodega dos años más. Luego surgió la posibilidad de venir a trabajar a Humberto Canale a fines de  1990.

¿Qué te atrajo de la propuesta de Humberto Canale para ir a vivir a la Patagonia, siendo mendocino?

Fue una decisión difícil, pero también hay que ubicarse en tiempo y espacio. En 1990 ya nos habíamos casado con mi mujer y en el país teníamos una hiperinflación que era bastante complicada. Surgió como una oportunidad tanto desde el punto de vista profesional, como en lo económico. Recuerdo de cuando terminéla entrevista con el ingeniero Guillermo Barsi y Canale, lo primero que hice fue contarle la propuesta a mi señora y me dijo, “Bueno, sí, vamos”. A veces es difícil del desarraigo resulta fácil cuando te acompañan en la decisión. Además, contaba con el padrinazgo de Don Raúl de la Mota que todavía estaba en la bodega.

Hace más de 30 años que vivís en la Patagonia, ¿Cómo evolucionó la industria del vino?

Creo que los avances que se hicieron fueron muy rápidos. En la década del 90’ teníamos una moneda que nos permitió la incorporación de tecnología, el intercambio y el conocimiento. Además, si bien ya había algunos enólogos que viajaban por el mundo, nos facilitó a un montón para empezar a viajar y conocer un poco la actividad vitivinícola de otros países. Incluso la llegada de enólogos asesores como: Michel Roland, Alberto Antonini, Paul Hobbs, Roberto Cipresso y Hans Vinding Diers, (que se terminó quedando). Evidentemente había algo muy interesante en esta zona. Todos esos cambios que se fueron realizando en las bodegas, más la incorporación de conocimiento y el empezar a trabajar con barricas de roble, generaron otra enología. Además, comenzamos a interactuar mucho en el viñedo, (el enólogo ir a los viñedos y los agrónomos venir a la bodega). Todo esto hizo que mejorara muchísimo la calidad de los vinos de Río Negro. Con todo eso volvió a tener peso la vitivinicultura patagónica y generó que actualmente sea mucho mejor la calidad de los vinos que se producen.  

¿Qué opinión tenés de los puntajes en los vinos por parte de los críticos internacionales?

Conozco a varios de ellos mucho antes de esta exposición mediática que tienen hoy. Vienen desde hace 25 años cuando pocos los conocían y hoy tienen sus libros,  reportes y puntuaciones. Personalmente me gustaría que vinieran un poco más seguido a la Patagonia para poder charlar al lado del viñedo y saber lo que pasa y qué es lo que uno tiene en la cabeza. Una cosa es contarlo y otra cosa es vivirlo, conocer el lugar y a las personas que hacen la vitivinicultura. De cualquier manera, para mí el mejor puntaje es el de la persona que va a la vinoteca, a la bodega o que va a un restaurante y pide los vinos de la familia. Ese es el mejor crítico, el consumidor.

-Contame del proyecto familiar, bodega Miras…

Es nuestra bodega familiar y está ubicada en Río Negro. A los vinos los estamos elaborando a partir de uvas que proceden de viejos viñedos situados en distintas localidades de la provincia. Además, tenemos nuestro viñedo propio, ubicado en la zona de Mainqué, con uvas implantadas en 1958 de: Malbec, Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Torrontés Mendocino (que acá en la zona se lo conoce como Loca Blanca). Además, hemos implantado algunas variedades como Cabernet Franc, Trousseau (conocido como bastardo). Y el año pasado implantamos Semillón. Tanto el viñedo como nuestra pequeña “bodega garage” cuentan con Certificación Orgánica y Certificación de Sustentabilidad del protocolo de bodegas de Argentina.

Tenemos cuatro líneas: Miras Crianza y Miras Joven, que son las tradicionales de la bodega. Luego, desde el 2019, hay pequeñas partidas que son de selección bajo la marca Familia Miras. Y recientemente hemos lanzado al mercado Miras livianos, que son vinos que tienen baja graduación alcohólica, y cuentan con expresión frutal, acidez vibrante y gran frescura.