Marcos Etchart nació en Salta, pero se reconoce de Cafayate (“siempre le gustó más)”. Ahí es donde pasaba todos sus veranos en familia. Hijo del gran Arnaldo Etchart, uno de los que hizo mucho por el vino argentino y más precisamente por el vino de los Valles Calchaquíes. Marcos creció adentro de la bodega, corriendo entre viñedos y galopando caballos a pelo junto a sus hermanos. Una vida de travesuras alrededor del vino. “Con mis hermanos y primos nos criamos en la bodega, jugábamos a guerras de corchos, en la molienda, nos tirábamos desde el segundo piso sobre las montañas de escobajo. Era una vida en torno a la bodega, me acuerdo que mi Tata construía piletas, entonces todo el tiempo estaba en obra la bodega. Nosotros íbamos con las bicicletas y nos hacíamos caminos de rally. Nuestra infancia fue la bodega”, recuerda Marcos con nostalgia.
Ya en la adolescencia, que su familia tuviera una bodega tenía sus beneficios. “En verano más de una vez nos escapábamos del pueblo e íbamos a la bodega, abríamos la tapa de alguna pileta de cemento y metíamos un par de botellas y sacábamos vino”, comenta sonriente.
¿Cuándo tomaste conciencia de lo que significó tu familia y específicamente tu papá, Arnaldo Etchart para el vino argentino?
Mi viejo era un tipo formidable. Tenía, como decían las “viejas” en Salta, mucha actuación. Mi Tata no solamente era bodeguero, era mecenas. Un tipo muy culto que además era muy fanático de la poesía. A eso me lo transmitió a mí. En 1973 creó en Cafayate un festival popular, que existe hasta el día de hoy con 51 ediciones. Se llama “La Serenata a Cafayate” y es el segundo festival más prestigioso del país después de Cosquín. Mi Tata hizo ese festival al principio con entradas gratuitas para la gente del valle, para los obreros de la viña. Venía la gente de todas las bodegas de Cafayate a disfrutar de la música.
Tenés una vida marcada por el vino o ¿alguna vez pensaste en dedicarte a otra cosa?
Nuestro destino era hacer vino. El negocio del vino, porque también es un negocio y vivimos del vino. Es una forma de vida. Toda la gente que se mete en el mundo del vino después no puede salir. Esto te apasiona, por más que no es un negocio súper rentable. El mundo del vino te ofrece una manera de vivir sumamente agradable, muy divertida. El vino está asociado a la buena vida, al placer, al disfrute. Me gusta más lo que lo que se genera alrededor del vino, que el vino en sí.
En 1992 la famosa bodega Etchart, en Cafayate, pasó a las manos del grupo Pernaud Ricard. Pero unos años antes Arnaldo Etchart ya había adquirido una pequeña bodega con viñedos en San Pedro de Yacochuya. Ahí había comenzado a producir algunas etiquetas a principios de los 90’. “El primer San Pedro de Yacochuya es cosecha 1992. Se elaboraba en la bodega de mi viejo, en Cafayate, pero con las uvas de la finca de San Pedro de Yacochuya”
¿Cómo surgió la unión con el reconocido enólogo Michel Rolland?
Michell trabajaba con mi viejo desde el año 1988 en la bodega Etchart. Y después con nosotros en Yacochuya desde el año 1999.
¿Por qué los vinos de los Valles Calchaquíes generan tanto fanatismo?
Son lugares que tienen mucha historia con el vino. Hay una cultura muy rica y antigua en el Valle Calchaquí, porque se mezcla lo autóctono con lo español. Para mí es la más interesante del mundo del vino en Argentina, a pesar de que es muy chiquita. El Valle tiene menos del 2% de del vino de nuestro país, pero sin embargo tiene una historia muy apasionante. Además, hacer vinos en el norte argentino, es a veces una osadía por las dificultades de logística y geográficas para trasladar los vinos o llevar las uvas a las bodegas. Acá el terroir es muy intenso, los vinos del Valle Calchaquí sobre todo los top de cada bodega son bastante fáciles de reconocer en una degustación a ciegas. El terroir manda más allá de la mano del hacedor de vino y eso es sumamente interesante.
Siempre se dijo que los vinos del NOA eran alcohólicos y potentes, pero hace un tiempo que esa percepción cambio hacía vinos más frescos, ¿estás de acuerdo con eso?
En un momento estaban muy de moda los vinos muy concentrados estilo Michel Roland y además teníamos un terroir. Podíamos hacer vinos concentrados y a la vez muy tomable. Yacochuya tiene un estilo desde hace más de 20 años. Al principio estaba muy de moda y eran los vinos súper concentrados. Ahora hay gente que va por vinos más livianos, menos concentrados y con más acidez. Sin embargo, nuestros vinos con este perfil se siguen vendiendo muy bien. Todos los años quebramos el stock y además es un vino que con el tiempo pierde esa concentración. Evidentemente ahora hay una moda de vinos con menos alcohol y con más acidez que me parece fantástico porque ahora hay opciones para todo el mundo. Incluso yo mismo algunas veces quiero tomar un vino más liviano y con mayor acidez. Mi consumo de Yacochuya debe ser tres veces más en invierno que en verano, que tomo más Coquena con soda.
Heredaste de tu viejo además del vino, el amor por la poesía…
Soy recitador de poesía. El vino, como decía mi Tata, es parte de la cultura y el arte. Estoy en un momento que en el cual me gusta más el arte, la poesía y el disfrute del vino. Ya no tanto hablar del suelos calcáreos y raíces profundas. Eso ya me aburrió un poquito, aunque todos los días porque estoy en la viña y en la bodega. Se muchas poesías de memoria desde hace años y siempre quise dejarles algo a mis hijos. Abrí una cuenta de Instagram donde hago videos de poesía recitada por mí (no hablo de vinos). En un futuro, cuando yo esté en el más allá, mis hijos van a poder verme recitando poesía…
Foto portada: Diario La Nación