El nuevo Laborum De Parcela Finca Piedramonte Cabernet Franc expresa el perfil de un terroir novedoso en Cafayate y la búsqueda de un estilo propio en Valles Calchaquíes de la mano del enólogo Paco Puga.
El proyecto El Porvenir empezó hace más de 20 años y siempre estuvo enfocado en la investigación de los viñedos para su potencial, también de las cepas y de qué manera éstas se adaptan a las características propias de las fincas. Ignacio Figueroa, ingeniero agrónomo de la bodega, cuenta que la Finca Piedramonte “tiene, en líneas generales, suelos pedregosos de esquistos y granitos que son profundos y muy permeables, de textura areno franca con presencia de carbonato de calcio, lo que implica que los vinos que allí se producen suelen ser complejos y elegantes, Yy al tener una deposición aluvial de un brazo del Río Seco y, al mismo tiempo, un aporte coluvial de las Sierras de Quilmes, las vides que crecen ahí desarrollan un perfil polifenólico que da en boca una sensación de taninos menos rudos y más delicados.
El vino
El nuevo Laborum de Parcela Finca Piedramonte Cabernet Franc nace en Cafayate a 1750 metros sobre el nivel del mar. Después de un cuidadoso seguimiento en el viñedo, se procede a una cosecha manual y las bayas son seleccionadas para hacer un vino que pasará 14 meses en barricas de roble.
Pero aquí lo importante no es la madera o la cepa: es la conjunción de estas variables en armonía con lo que da el viñedo. El suelo de la finca tiene presencia de rocas angulosas en una matriz de arenas con un alto contenido de carbonato de calcio. Un perfil que le sienta muy bien al cabernet franc porque aporta, entre otras cosas, la mineralidad que también se entiende como frescura y elegancia en un vino.
La altura como sinónimo de calidad
Hay un mito entre los aficionados: que hay una relación directamente proporcional entre altura y calidad; y que mientras más alto el viñedo, más rico el vino. Hay incluso una especie de fantasía de que nuestra viticultura se desarrolla únicamente en altura y que ese es el lugar más privilegiado, al lado de la cordillera.
Pero basta con hacer un pequeño relevo entre los viñedos más importantes del mundo, para ver que esto no es tan así. La altura no significa calidad per se. Hay un trabajo que tiene que llevarse a cabo para desarrollar lo que la uva puede dar, hay decisiones que deben tomarse para que el vino sea rico y equilibrado, y la altura por sí misma no puede tomarse como una variable aislada. Y de eso se trata, entre otras cosas, el trabajo del equipo enológico.
Los viñedos de altura reciben más radiación solar y, al mismo tiempo, se benefician de las temperaturas frescas, especialmente durante la noche. Esta amplitud térmica ralentiza el proceso de maduración de las uvas, lo que a su vez aumenta la producción de componentes fenólicos y aromáticos. Al mismo tiempo, los azúcares también maduran lentamente.
¿Esto qué quiere decir?. Que hay una madurez de sabores pero sin que los niveles de azúcar suban tanto como para dar vinos “gordos” y poco bebibles. En definitiva, se trata de vinos con una acidez más pronunciada, con una expresión de los sabores bien intensa. Y esto solo es posible cuando la uva madura a temperaturas más frescas, como las que se encuentran a gran altitud. Sin lugar a dudas, las cepas que más se benefician con esta altura son las de mayor potencia y concentración. Y por eso, no es al voleo esta decisión de El Porvenir de ir por cepas como el Cabernet Franc.
La altura del viñedo de la Finca Piedramonte alcanza los 1750 metros sobre el nivel del mar. Al respecto Ignacio Figueroa dice: “como los viñedos están ubicados muy cerca de la montaña, el microclima allí es diferente al del resto. La sombra proyectada de montaña provoca un atardecer temprano, disminuyendo de esta manera la exposición a la radiación solar, provocando una madurez más lenta y sostenida y preservando las características polifenólicas del Cabernet Franc. Sumado a esto, la presencia de viento constante en las horas de la tarde nos confiere una muy buena sanidad”.
El potencial de la cepa en la zona
La moda del Cabernet Franc no es pasajera. La recepción del consumidor fue tan favorable que las bodegas lo incorporaron rápidamente a su porfolio y ha tenido un marcado crecimiento en el país. Según datos oficiales, se pasaron de 70 ha plantadas en 1990 a casi 1600 ha en menos de 30 años. Es que es una cepa con una gran adaptabilidad, tal es así que hoy podemos beber Cabernet Franc de San Patricio del Chañar, La Pampa, Valle de Uco y, por supuesto, Valles Calchaquíes.
“El Cabernet Franc tiene una muy buena adaptación al clima y suelos de Cafayate, su ciclo fenológico se completa y muy bien. Tenemos probados diversos clones con muy buen resultado en vinos, con diferentes perfiles y estructuras”, cuenta el enólogo Paco Puga. La plasticidad de esta cepa no tiene que ver únicamente con la posibilidad de desarrollarse en distintas latitudes, sino también de dar perfiles muy heterogéneos, incluso en una misma zona.
El Porvenir tiene una historia con el Cabernet Franc. Hace una década, con la línea Laborum comenzaron a trabajar con varietales Single Vineyard. Y se podría decir que la línea Single Vineyard de Laborum caminó para que este Cabernet Franc De Parcela pudiera correr.
Fuente: Asociación Argentina de Sommelieres (Ana Paula Arias)