Onofri Wines tiene como objetivo crear vinos que capturen la esencia y personalidad de los terruños de donde nacen sus uvas, reconociendo que todo forma parte de un proceso natural que debe ser respetado. Los vinos son elaborados artesanalmente por Mariana Onofri y Adán Giangiulio en microvinificaciones de partidas limitadas, rescatando zonas y variedades clásicas como Pedro Giménez y Bonarda. Al mismo tiempo innovan con variedades mediterráneas e italianas que han encontrado un hogar perfecto en Mendoza. Cada botella refleja el profundo respeto por la naturaleza, el esfuerzo incansable y la sensibilidad de sus creadores. Ellos han dedicado una década a perfeccionar su arte y hoy cada vino de Onofri Wines cuenta una historia de amor por la tierra y el vino.
Mariana, inicialmente profesora de inglés, se sumergió en el mundo del vino al convertirse en sommelier hace más de 20 años. Con el tiempo se transformó en una auténtica winemaker. Su pasión y dedicación la han llevado a dominar cada aspecto de la elaboración del vino. Adán, por su parte, es técnico en turismo, pero su verdadero amor por la viticultura nació en la finca de su padre, Don Cacho (en Lavalle). Allí, durante su infancia y juventud, aprendió a manejar el viñedo, a entender los ciclos del cultivo y a podar. Pero sobre todo a trabajar respetando la naturaleza. Hoy el viñedo del desierto de Lavalle se convirtió en una finca poco convencional que cultiva variedades inusuales para la región. “Él lleva adelante la finca con una dedicación y amor únicos” comenta Mariana.
Onofri Wines comenzó su travesía en 2014 con el lanzamiento de su primer vino: Zenith Nadir White Blend. Este innovador vino blanco, compuesto por 52% Chardonnay, 32% Fiano y 16% Sauvignon Blanc, proveniente de las zonas de El Peral, Perdriel y Vista Flores en Mendoza, rompió con los esquemas tradicionales de entonces. “Nos apasionan los desafíos y romper reglas”, comenta Mariana. “Hoy en día, un white blend de alta gama es más común, pero hace 10 años no era algo fácil de encontrar”, complementa.
En 2015, presentaron su segundo vino blanco, Alma Gemela Pedro Ximénez. Una vez más, Mariana y Adán se propusieron desafiar preconceptos, apostando por una uva criolla en un momento en que nadie hablaba de ellas (a pesar de su importancia en la viticultura argentina). Con este vino, querían destacar la región del desierto de Lavalle, al noreste de Mendoza, una zona histórica con una de las cepas blancas más plantadas en Argentina. “Todos nos decían que estábamos locos, pero seguimos adelante”, recuerdan con orgullo. “Actualmente muchos otros productores están elaborando vinos de uvas criollas, y eso nos llena de satisfacción. Esperamos que más personas se unan a esta misión de poner en valor esta noble uva que es el Pedro Giménez” expresan ambos con gran emoción.
Un equipo que se complementa como dos almas gemelas.
Mariana y Adán están involucrados en todo el proceso de producción de uvas y elaboración de vinos, cuidando cada detalle productivo, enológico y comercial. Pero además, en estos 10 años, siempre se han nutrido del conocimiento y asesoramiento de diversos enólogos amigos. El hermano de Mariana, Marcelo Onofri, un reconocido enólogo establecido en San Juan, ha brindado continuamente su apoyo con valiosos consejos enológicos. En la creación de vinos blancos, Giuseppe Franceschini ha sido un gran mentor, mientras que Gonzalo Tamagnini ha contribuido con sus aportes más “desquiciados”. Pablo Martorell ha compartido su expertise en la elaboración de los vinos de Los Chacayes, y actualmente Pepe Miano acompaña al equipo con su experiencia y amistad.
Aunque el portfolio de Onofri Wines es poco tradicional para el mundo del vino argentino, están generando un gran impacto en segmentos de consumidores que buscan experimentar con nuevas cepas. “Por suerte, somos parte de una camada de productores que hemos coincidido en una búsqueda productiva diferente. Apostamos por estilos y variedades innovadoras con un enfoque en vinos más frescos y desnudos”, sostiene Mariana.
Onofri Wines trabaja con viñedos propios en dos zonas geográficas bien distintas y distintivas: I.G. Desierto de Lavalle e I.G. Los Chacayes. El objetivo es elaborar vinos que reflejen la esencia de cada lugar. “En Lavalle, buscamos vinos que expresan mucha fruta y frescura”, comenta Mariana. Adán, está a cargo de este viñedo. En la finca se cultivan: Pedro Giménez, Bonarda, Teroldego, Garnacha, Carignan, Monastrell, Marsanne, Roussanne y Durif. Adán mismo se encargó de injertar estas nuevas variedades en un viñedo existente de 80 años y en parrales de 30 años. Hoy, la finca se ha convertido en un viñedo único en la zona.
Por su parte, en Los Chacayes trabajan con variedades como: Garnacha, Teroldego, Chardonnay, Marsanne, Roussanne, Malbec, Cabernet Franc, Malvasía y Negroamaro. Estas dos últimas variedades han dado origen a dos nuevos vinos en su portfolio, siendo el Negroamaro el único elaborado en Argentina.
“Trabajar con todas estas variedades requiere mucho estudio y sensibilidad para ver su adaptación y encontrar la mejor forma de elaborarlas y capturarlas en la botella”, dice Mariana. “Poder hacer estos vinos en Argentina, un país donde la importación de vinos es casi nula, nos entusiasma porque aporta versatilidad a nuestra hermosa industria vitivinícola”, amplían ambos.
Al preguntarle a Mariana y Adán sobre el futuro, nos comparten emocionados la noticia de dos nuevos lanzamientos en 2024: una “Criolla Blanca en Rama” de Lavalle, el cual es un vino de baja intervención que captura su carácter puro en la botella. Y una “Malvasia Bianca Skin Contact” de Los Chacayes. Además, Mariana y Adán nos cuentan con entusiasmo que ya están planificando el sueño de tener su propia bodega para 2026.
La innovación y la investigación han sido las piedras fundamentales del gran crecimiento de los uno de los proyectos más interesantes con los que cuentan el grupo de pequeños productores de Argentina.
Por Tami y Hernán (Paladar Noir)