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Talampaya, legado del Triásico 

El Parque Nacional entre paredones rojizos y esculturas naturales muestra algunos de los dinosaurios más antiguos del planeta.

El Talampaya es el verdadero parque de dinosaurios, el parque Triásico, que nos transporta a remotos tiempos en que la tierra era dominada por esos gigantes. Situado en La Rioja, junto a Ischigualasto (San Juan) forman el reducto continental de fósiles más completo del orbe. Esto significa que sus yacimientos -por los que el visitante transita- brindan una muestra exclusiva y singular de la fauna que vivió hace más de 200 millones de años. Y también da cuenta del magnífico entorno en el que se desarrollaban aquellos animales hoy extintos, pues su ecosistema facilita observar las distintas capas que componen el terreno y de qué manera los movimientos telúricos que reacomodaron varias veces las placas tectónicas fueron configurando la superficie que hoy vemos. ¡La maqueta real de una clase de geografía!

Área protegida y Patrimonio Mundial declarado por la UNESCO, en poco más de 213.00 ha. arroja vistas inusitadas como los paredones rojizos de 150 metros de altura, precipicios, aleros, surrealistas formas que viento y agua fueron tallando pacientemente y que descubrimos en caminatas, paseos en bici, combis o en camiones 4×4, todas con guías habilitados.

La arenisca roja que pisamos, las intrincadas formaciones rocosas al frente, son la conclusión de cuando los movimientos tectónicos elevaron el área de montañas de la Cordillera de Los Andes, dejando al descubierto los sedimentos triásicos y terciarios junto con la flora y la fauna de aquellos inicios. Si se atreven, y guiados por la voz del guía, la presencia de los ‘dinos’ (como el Lagosuchus talampayensis, uno de los primeros arcosaurios que habitó el planeta, tortugas denominadas Palaeocheris talampayens, de 210 millones de años o el último hallazgo el  Elorhynchus carrolli, presentado al mundo el año pasado, un rinosaurio de 3 metros de altura y 230 millones de años) se intuye a lo lejos, en un espejismo que sugiere el sol ardiente en el centro riojano. Porque en definitiva el parque invita a ser testigos del transcurso de las eras, desde los ambientes más verdes y fértiles hacia el actual desierto, ya sin titanes, pero con sus huellas. Para seguirlas vale en un principio acercarse al Sendero Triásico, y preparen las poses para las fotos pues allí 16 réplicas en tamaño real de los ejemplares que poblaron la zona, como el Riojasaurus incertus, un herbívoro que superó los 7 metros de largo, hará caer las mandíbulas. 

Luego un trekking de 2.30 horas, por el cañadón del Talampaya, de muros inalcanzables, avanza entre algunas muestras de cactus, jarilla, chicas o tabaquillos. Con suerte se verá alguna mara, la vedette del lugar, algunos guanacos que ya no son tan asustadizos y el cóndor, el vigía omnipresente del legado infinito. A poco, la parada de los Petroglifos, herencia de las culturas ciénaga y diaguita, civilizaciones que vivieron aquí desde los siglos III y X. Los recortes pictóricos cuentan la historia de personas guiando manadas de llamas, guanacos, también hay ñandús, pumas y aves, mientras los añejos morteros aseguran que aquellos además de domesticar animales, molían sus granos. 

Las teorías de la creación, como la historia planetaria discurren hasta el “Jardín Botánico”,  con sus algarrobos blancos de 300 años, expone además la abundante flora de días inmemoriales. Fósiles y la resignificación del trabajo arqueológico dan contexto antes de arrimarse hacia La Chimenea, la hendidura faraónica que replica las voces 7 veces. 

Es posible elegir diferentes tours, hacia los Cajones de Shimpa que se distinguen por el pasillo de 6 metros de ancho, entre muros de 80 de altura. A la Ciudad Perdida, al Gran Mirador, a la Quebrada de Don Edurado, por ejemplo, cada uno cuenta con modalidades diferentes de transporte y en todos los casos el paisaje subyuga. 

Las postas más buscadas son las de algunas de las geoformas emblemáticas del parque.Y allí, los Reyes Magos, el Cura, el impresionante Monje, en la soledad de su rezo. Pero en noches de luna llena, dos días antes o después, la Catedral es el sitio de privilegio. Los sonidos de las quenas y de las alimañas ambientan la tertulia bien regada con vino riojano, donde se comparten empanadas y cuentos de vaqueanos. Quizá un golpe seco sobre el suelo nos haga delirar con la presencia de un dinosaurio, no se muevan… perdón, esa es otra película. 

Más info:

Entradas: Mayores $ 800, Menores $ 300, estudiantes $ 300, jubilados y discapacitados sin costo. https://www.argentina.gob.ar/parquesnacionales/talampaya/tickets.

Qué llevar: Ropa liviana y de abrigo siempre. Calzado cómodo con suela antideslizante, protector solar, gorro y botella. Para quienes van en auto particular, prever combustible suficiente para tramos largos de ruta (estaciones en Patquía, Pagancillo y Villa Unión).

A tener en cuenta: En caso de lluvias o viento zonda se cierra el acceso a excursiones dentro del Parque Nacional.

Consultas: talampaya@apn.gob.ar.

Excursión: Cañón del Talampaya y balcones: $ 7.900 adultos, $ 3950 niños.