En todo caso, lo más importante a tener en cuenta a la hora de servirse un vino es saber que detrás de dicha etiqueta hay muchas manos que trabajaron para hacer de ese, un momento especial. Todo enólogo imagina su buen vino para ser disfrutado en copa, con buena compañía y acompañando una rica comida. Es más, hasta servido a una temperatura adecuada. Y sin dudas, los vinos de calidad no se conciben para mezclarse con nada. Pero cada uno hace lo que quiere con su botella, y es dueño de su copa y su paladar. La mejor sugerencia es probarlo antes, así como viene, tal como sucede con la comida en esos buenos restaurantes en los que el chef ha pensado en todos los detalles de su preparación, y obviamente anhela que se pruebe cada plato tal cual sale de la cocina. Bueno, lo mismo sucede con los enólogos y sus vinos. Una vez que el consumidor lo compra y lo prueba, ya puede decidir cómo disfrutarlo, y si para ello necesitará de algún agregado. Por eso, tanto el hielo como la soda no están prohibidos. Pero sí hay que tener en cuenta que modifican los atributos de un vino, ya sea por frescura o por dilución. Porque el vino es un producto natural, compuesto por agua pura biológica de la uva, alcohol y ácidos naturales (algunos generados por la fermentación), entre otros componentes. Y todos ellos conviven en armonía dentro de la botella. Por eso, cualquier agregado romperá ese equilibrio natural, cambiando el vino. Esto significa que los vinos importantes, intensos de aromas, sabores y texturas, son los que más sufren. Mientras que los vinos más discretos, no tanto, y hasta muchas veces se ven beneficiados, ya que gracias a los agregados sus aristas quedan enmascarados. En otras palabras, si el vino no tiene muchos atributos y apenas es correcto, le puede venir bien una “ayuda externa” para ser más disfrutable.
Por otra parte, es comprensible que una persona esté acostumbrada a tomar siempre algo fresco. Eso explica que el vino; sea tinto o blanco; deba llegar al paladar de la misma forma. Pero el frío anestesia las papilas gustativas, aplacando sus aromas y sabores, a la vez que resaltando los taninos, sobre todo en los tintos. Esto implica que no se sientan sus sabores y dificulta su paso por boca. En vinos vale todo, pero nada más mejor que una buena copa de vino servida a la temperatura adecuada; espumosos (6º), blancos y rosados (8º), tintos jóvenes (14º), tintos de guarda (18º); en buena compañía y alrededor de la mesa.