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Torrontés, el nuevo gran blanco de Argentina

OPINIÓN

Torrontés, el nuevo gran blanco argentino

La imagen de Jonathan Nossiter, el director de Mondovino; documental estrenado en el Festival de Cannes 2004 que buscaba alertar sobre “la globalización” del vino; al degustar un Torrontés en su película lo dice todo. Más allá que se trataba de un tema sensible por ser el “único vino autóctono” y él puso en evidencia que no le gustó nada lo que un productor regional le convidó, sirve de punto de inflexión para entender cómo ese vino “chúcaro”, como decía Brascó (entre otras cosas que decía de este varietal y que aún hoy muchos recuerdan) renació.

Dueño de una historia digna de Hollywood, porque tiene nombre de cepa española, pero es bien argentina. Según un estudio realizado por la enóloga Cecilia Agüero, el Torrontés nació del cruzamiento entre la uva Italia o moscatel de Alejandría y Negra Criolla, ambas originarias de la época colonial. El historiador Pablo Lacoste, expuso en 2014 que ese cruce natural tuvo lugar en alguno de los solares cultivados por los jesuitas en Mendoza, en el SXVIII y que, entonces, las primeras uvas blancas nacieron en la región de cuyo y que rápidamente, se trasladó a La Rioja y a Salta. Lacoste relata que el nombre Torrontés, viene de un error del naturista Damián Hudson, que degustó esta variedad en La Rioja y, al ser consultado, lo bautizó como Torrontés, una uva de España que no es la misma que la argentina.

Hacia fines de los 80’ el Etchart Privado Torrontés, reconocido como el primer Torrontés Argentino (1963) y que viene en su eterna botella alargada color caramelo, hacía de las suyas. Y fue justamente Etchart, bodega con más 170 años de historia en Cafayate, que desarrolló el primer gran blanco a base de Torrontés. Fue el Gran Linaje, un blanco fragante y con paso por madera.

Ya en el siglo XXI, la necesidad de encontrarle una “pareja” al Malbec en su incursión internacional, volvió a darle un empujón. Es que el mundo toma los mejores vinos que se pueden hacer con las variedades consagradas, pero también los buenos exponentes de uvas autóctonas. Pero claro, el querido Torrontés tenía una limitante, sus fragancias y sabores tan intensos como confusos. Intensos, porque siempre fue muy aromático, y confuso porque entraba dulzón en el paladar, pero terminaba amarguito. Es cierte que estas características “terpénicas” son propias del cepaje, pero también faltaba camino por recorrer, al menos para poder decir que el Torrontés es un gran vino, más allá del significado que pueda tener a nivel local y su historia. Es más, en Finca La Florida (Bodegas Etchart, Cafayate) aún se puede ver el parral de uva criolla de 1862, escenario en el que se crearon los primeros vinos Torrontés, aunque aún hay dudas sobre los primeros pasos de la cepa nacional. Por eso hoy no es casualidad que la uva Criolla esté de moda, porque hay una gran oportunidad para los vinos tradicionales, pero esa es otra historia.

De las tres variantes (Riojano, Mendocino y Sanjuanino) el Torrontés Riojano es la que posee más atributos vínicos. Claramente José Luis Mounier fue otro de los responsables de llegar más allá con este vino, con los primeros Single Vineyard de Quara. Desde El Esteco, Alejandro Pepa, junto a Claudio Maza y Francisco Telechea, está revolucionando los vinos del NOA, y con su Torrontés Old Vines, elaborado con uvas de viejos parrales plantados en 1945, sorprende a paladares de todo el mundo.

Pero fue una mujer la que logró seguir escalando, cuando todos pensábamos (y me incluyo) que ya se había llegado al techo. Si, Susana Balbo, quién dedicó parte de su vida a esta cepa, demostró que esa fuerza natural que tiene el Torrontés, también puede ser equilibrado y refrescante, ya hasta evolucionar muy bien en botella.

Según el Instituto Nacional de Viticultura, el Torrontés ocupa un 4.98% de la superficie total cultivada en el país, con casi 10 mil hectáreas. Por ahora la superficie no es muy grande, pero lo importante es el potencial que, gracias a estos nuevos grandes exponentes, confirma que tiene. Sin dudas, es un vino ideal para ciertas ocasiones. Para empezar, para comidas informales o bien picantes, más allá de los platos típicos del NOA como las empanadas, humitas y tamales. Pero estos nuevos vinos también se lucen en mesas sofisticadas y platos elaborados que van desde mollejas hasta helado de queso, pasando por pescados en diversas preparaciones. Y si algo le faltaba el Torrontés era que el enólogo argentino más famoso en el mundo se sumara a la movida. Sí, Alejandro Vigil presentó su nuevo Gran Enemigo Single Vineyard, un Torrontés de Gualtallary fermentado en ánforas de arcillas con levaduras salvajes y criado un año y medio en barricas de 500l con velo (capa de levaduras que se forma sobre la superficie y protege al vino de la oxidación). Este flamante blanco no solo sorprende por su esbelta y elegante botella, sino también por su carácter y expresión nítida, pero a la vez delicada, y que habla del cepaje, pero más del lugar.

Y si bien aún son pocas etiquetas, se puede decir que ahora con la uva Torrontés Riojano se pueden hacer grandes vinos.