Hasta hace algunos años, los vinos dulces no tenían buena fama, porque aquellos que privilegiaban la cantidad por sobre la calidad, escondía detrás de los gramos de azúcar residual permitidos, todas sus aristas. Por suerte, la vitivinicultura cambió y la calidad pasó a ser la protagonista, incluso en los vinos dulces. Y los primeros exponentes buscados y con serias intenciones que aparecieron allá por inicios del milenio, se reservaban para servir junto al postre. Se trataba de los primeros vinos de cosecha tardía blancos que se recomendaban para acompañar postres, y más si se trataba de patisserie. Mientras que los tintos dulces siempre tuvieron mejor fama, porque siempre estuvieron asociados a los postres, aunque en épocas pasadas se los usaba en las preparaciones y no con las preparaciones. Hoy, los fortificados tintos son los más elegidos si el chocolate es el protagonista del cierre de una comida.
Caba destacar que los vinos de cosecha tardía se elaboran a partir de uvas que se cosechan sobre-maduras y, por consiguiente, su contenido natural de azúcar es mayor. Por eso, al terminar la fermentación el vino es dulce y no seco, como la mayoría de los vinos tranquilos. Mientras que a los fortificados se les detiene la fermentación cuando llegan a los 10 grados alcohólicos, adicionando más alcohol (de origen vínico) hasta alcanzar los 18/20 grados. Esto implica que todo el remanente del mosto sin fermentar aporta el dulzor característico a estos vinos. Siendo los más famosos los Porto (Portugal), mientras que los Sauternes (Francia), los cosecha tardía más prestigiosos del mundo.
Pero luego irrumpieron con fuerza en el mercado los vinos dulces naturales. Vinos elaborados a partir de uvas cosechadas normalmente, pero a los que se les detiene la fermentación mediante frío cuando alcanzan los 10/11 grados alcohólicos. Esto hace que les queden entre 40 y 80 gramos de azúcar por litro. Y, a diferencia de los anteriores, no resultan ni tan densos ni tan empalagosos. Los hay blancos, rosados y tintos. Es cierto que, en muchos vinos de antes, sobre todo los masivos, el dulzor se usaba para enmascarar defectos, pero hoy se lo busca para conquistar paladares jóvenes. Porque a la frescura se le suma una entrada en boca amable y los aromas son todos agradables, y esto no solo los hace atractivos sino fáciles de tomar. Otra de las claves de los nuevos vinos dulces naturales es que pueden servirse a toda hora y de manera informal; en vasos, con hielo e inclusive en cócteles, amplificando sus oportunidades de consumo. Es cierto que no se trata de vinos pretenciosos que busquen complejidades, sino que sean agradables al primer trago. Y que, además, servidos bien fríos pueden ser ideales como aperitivo, acompañando la picada, o también ensaladas, sushi, pizzas y empanadas. Pero llegaron para ganarse un lugar no solo en las góndolas sino en las preferencias de muchos consumidores que precisan que su vino sea “dulzón”. Así, los dulces naturales siempre serán los más simples, pero a su vez los de dulzor más equilibrado. Mientras que los cosecha tardía (también hay de Malbec) tendrán más cuerpo (densidad) y son ideales para acompañar postres o beber una pequeña copa (de licor) como postre. Y los fortificados también tienen su lugar al final de las comidas, aunque esta vez pueden invadir hasta la sobre mesa, por su mayor contenido de alcohol. Cualquiera sea la opción elegida, hay alternativas en vinos dulces para todos.