Porque a los grandes años se los hace, es que para el vino argentino este será un gran año. Es cierto que la helada del 30 de octubre pasado ha dejado secuelas; esta es la parte vacía de la copa. Pero los que están en el vino saben dos cosas. La primera, es que la naturaleza es su gran aliada, en las buenas y en las malas. Y la segunda, es que siempre hay una parte llena de la copa. Porque, además, en un gran país productor como la Argentina, si una copa se vacía, siempre habrá alguien para volver a servir un poco. Es cierto que muchos perdieron hasta el 100% de la producción de uvas de este año, y eso los obligará a tener un 2023 más complicado que de costumbre. De la misma manera que han tenido años menos complicados gracias a la calidad de las uvas obtenidas. Pero fundamentalmente, gracias a la calidad de los vinos obtenidos con esas uvas, porque es ahí donde está la clave para estar siempre esperanzado con el vino argentino. Porque es un producto noble del campo que tiene su futuro asegurado. Lo que aún no queda claro es el camino que debe recorrer para llegar a ese futuro próspero. Este año, antes la escasez de uva, los precios de las materias primas se van a incrementar más allá de la alta inflación y ese va a repercutir directamente en el costo de los vinos al consumidor. El cual, de acuerdo a sus posibilidades, va a dar cuenta de ese impacto. Los sectores más empobrecidos buscando una bebida sustituta (cerveza, por ejemplo) y los de clase media y alta, alterando la calidad e sus elecciones y la frecuencia de consumo. No obstante, este será un capítulo más de la serie “Vivir en Argentina, una experiencia única”. ¿Qué significa esto? Si podemos mirar más allá, podemos esperar tiempos mejores. Y esto no es solo una expresión de deseos, porque si miramos más allá, pero para atrás, vamos a entender por qué estamos donde estamos. Por ejemplo, hace veinticinco años atrás sucedía la peor y más lluviosa vendimia que se recuerda; 1998. Y si bien algunos visionarios ya estaban empezando a apostar por el vino argentino, nadie estaba seguro de su auge porque en los 90’ los buenos exponentes no abundaban. Pero hoy, un cuarto de siglo después y con una nueva inclemencia climática a cuestas, el vino argentino es otro. Porque ya se consagró en calidad, con el Malbec como estandarte. Y esto que hay hoy pero que antes no existía, o al menos no se podía reflejar en los vinos; es lo que asegura un gran futuro. Puede que no sea este año o el próximo, pero seguro que más adelante, y más temprano que tarde, todos tendrán su revancha y volverán a ver la parte llena de sus copas. Porque la apuesta por la calidad lo hizo posible, demostrando que menos, es más, que es preferible calidad a cantidad. No obstante, una vez aprendida la lección, se pueden incrementar las cantidades todo lo que el mercado permita. Y ahí es donde radica el gran potencial del vino argentino. Porque tiene mucho para crecer, siempre y cuando encuentre los caminos que conduzcan a negocios sostenibles. Hay terrenos incultos y mucha mano de obra para capacitar. Por eso, en un año flojo (o de media copa vacía) en algunos aspectos, es cuando más fuerte hay que hacerse y comunicarle al consumidor y al mundo las virtudes de esta noble bebida, apostando al desarrollo y evolución de su marca y significado. Porque si la calidad ya está garantizada, y nunca más se va a traicionar como se hizo a mediados y fines del siglo pasado, lograr el buen posicionamiento es posible, alcanzando un gran valor (agregado) percibido. Y eso, no solo no tiene precio, sino que es el único camino para que toda la cadena de producción tenga un buen pasar, todos los años.
Foto gentileza: Diario Memo