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¿Es el gran momento del Chardonnay nacional?

Nicolás Catena fue el primero en invertir para lograr un gran Chardonnay argentino. También el primero en importar barricas de roble para fermentar y criar ese vino, y en contratar un asesor para entender cómo poder hacerlo a la altura de las circunstancias. Ese flying winemaker era Paul Hobbs y su enólogo de entonces, Pepe Galante. Van a hacer 40 años de ese evento.

En la semana del Día Internacional del Chardonnay (jueves 25/5), el varietal blanco más importante del mundo seguramente estará en copa de todos y será una buena oportunidad para discutir de actualidad y su verdadero potencial en nuestro país.

Porque hasta acá escuchamos a muchos decir que el clima no es el ideal ya que es una uva que gusta del clima frío, como el de la Borgoña o Champagne. También que el solo excesivo atenta contra su acidez natural, etc. Pero cuando Estados Unidos quiso decirle al mundo que hacía grandes vinos, uno de ellos fue un Chardonnay; recordar la gran degustación de Paris en 1976 organizada por el recordado Steven Spurrier (ver Bottleshock). Y mal no le fue. Porque hoy el mundo admira y respeta los Chardonnay de Estados Unidos, principalmente los producidos en el Estado de Washington. Es cierto que corren con una gran ventaja, tienen el mercado de consumo de vinos más poderoso del mundo, pero eso no significa que no sepan. Al contrario, saben y gustan de diversos estilos.

Por eso, cuando el Dr. Nicolás Catena visitó Napa en los 80’ pensó, si ellos pueden, nosotros también. Y fue el primero en invertir para lograr un gran Chardonnay argentino. También el primero en importar barricas de roble para fermentar y criar ese vino, y en contratar un asesor para entender cómo poder hacerlo a la altura de las circunstancias. Ese flying winemaker era Paul Hobbs y su enólogo de entonces, Pepe Galante. Van a ser 40 años de ese evento, y mucho se avanzó en la materia. Claro que muchos intentaron primero agradar a los compradores de turno impulsados por la necesidad de ganar mercados. Pero eso fue cortoplacista, aunque no significa que algunos no tuvieron éxito. Porque en los niveles más bajos de precio, los vinos deben estar bien logrados, ser correctos, y si dicen el varietal en la etiqueta, tener alguna característica que al consumidor se la remita. Y listo. Algo que el clima en Argentina permite muy bien. Pero no es tan fácil, porque si bien el mercado es el mundo y es muy grande, también lo es la competencia.

SI a eso le sumamos las complicaciones que implica ser bodeguera en la Argentina de cara al mundo, se comprenderá por qué se tardó tanto tiempo en alcanzar un gran nivel en los Chardonnay. Porque primero fue la necesidad de ‘quedar bien” con el mercado de turno o las modas, pero hoy se sabe que solo pueden trascender aquellos que realmente lo hagan bien. Y no estoy hablando solo de los Top. Es cierto que el clima y el entorno juega un papel fundamental en la influencia del estilo, como también la interpretación de los hacedores. Pero es a partir de los grandes vinos que una categoría se consolida y se gana el respeto de los demás, consumidores y países competidores. Y eso es lo que está pasando con los Chardonnay Top.

Como suena lógico, el que tomó la delantera fue Catena Zapata, con Alejandro Vigil a la cabeza. Y fueron sus vinos de parcela de Adrianna Vineyards los primeros blancos argentinos que se consagraron de grandes blancos, no solo por haber obtenido los 100 puntos sino por su concepción. Porque son dos vinos (White Bones y White Stones) que nacen en el mismo viñedo y con las mismas intenciones cualitativas, pero tan diferentes entre sí como lo demuestran sus suelos.

Esto envalentonó a otros que hacedores que también apostaban a lograr blancos de excepción, al mismo nivel de sus tintos, como es el caso de Sebastián Zuccardi o los PerSe boys (Edy Del Popolo y David Bonomi) que ya lo plantaron en la pendiente menos soleada de su viñedo.

Por suerte, ejemplos de muy buenos exponentes abundan, muchos de Gualtallary (Altaluvia, Trapiche, Bemberg, Lagarde, Benegas, los Michelini, etc.), otros de San Pablo (Salentein, Zuccardi, etc.), también en la parte más fría del Valle de Uco, como confirmando que esos son los dos terruños más apropiados. Pero a partir de ellos, muchos se animan, de Salta (El Esteco) a Patagonia (Chacra, Otronia, etc.).

Esto confirma que también se pueden hacer grandes Chardonnay en la Argentina. Pero para que esto no quede solo en un gran momento, es clave el rol del consumidor local en su consagración. Porque ningún consumidor del mundo lo va a posicionar por nosotros. Si el argentino no cree en su Chardonnay, por qué ha de creer en él un francés. Ellos ya tienen a sus Borgoñas, y el mundo los admira. Pero fueron ellos los primeros en posicionarlos. Lo mismo tenemos que hacer nosotros, pero no por fanatismo ni por creer que son mejores, sino por entender que estos vinos son de gran calidad, están a la altura y se producen acá. Y eso, además de placer genera orgullo. Por eso, para que este gran momento del Chardonnay se consolide y no sea pasajero, todos debemos ser protagonistas.