Soberanía Wines comenzó en el año 2011, luego de que Pablo Marino y Amparo March, que ya estaban de novios por ese entonces, fueron a hacer vendimia a Napa Valley (Estados Unidos) en el año 2010. Ellos se conocen desde chicos, porque ambas familias son de Tupungato. Aunque toda la familia de Amparo se dedica a la salud, ella decidió estudiar enología cuando vio cómo le estaba yendo a Pablo en la carrera y lo que él le contaba de sus estudios en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Siendo jóvenes estudiantes ya hacían vendimias con el papá de Pablo, quien también es enólogo (un gran sostén del proyecto, mentor y mecenas) y los mucho para llevar adelante el proyecto.
En 2010, cuando Pablo a sus 22 años terminó de cursar la carrera, consiguió trabajo en una bodega del grupo Cuvaison (Finca Decero en Argentina) en un pueblito que se llama Calistoga, al norte del valle de Napa (Estados Unidos). Allí se elaboraba para terceros. Había entre 12 y 15 enólogos de distintos países, cada uno elaborando un tipo de proyecto de partidas muy limitadas (cada lote tenía entre 6 y 7 barricas). “Fue un tiempo de mucho aprendizaje, porque cada uno tenía su teoría de elaboración, en función de la interpretación de cada región del valle de Napa que hacía cada enólogo y la filosofía de cada uno. Pero con aproximaciones totalmente distintas a las que yo estaba acostumbrado a ver en la Argentina” nos cuenta Pablo. “En esta bodega en Napa me ofrecieron luego tener la posibilidad de quedarme unos años más, pero al cabo de tres meses nos volvimos porque extrañábamos mucho. Además, teníamos ganas de empezar con un proyecto propio. Lo loco es que el nombre de nuestro proyecto surge en EEUU, a partir de extrañar nuestras raíces, nuestra soberanía nacional” amplía Pablo.
Soberanía nace como un proyecto de trasladar lo aprendido en esa bodega de Napa, en donde se involucraron en la producción de esas pequeñas vinificaciones. El concepto era lograr que el vino exprese el terruño Tupungato, el cual de por si tiene varias subregiones e interpretaciones. No era fácil por entonces hacer un vino propio de partidas limitadas…no los conocía nadie. Sólo algunos enólogos reconocidos tenían su propio vino, pero ellos se animaron…
Así fue que el padre de Pablo, Gerardo Marino, les dio una mano grande, brindándoles contactos de productores de la zona que querían hacer su propio vino. “Teníamos pensado producir unas 500 botellas en esa primera vendimia de 2011, y de repente aparecieron productores que nos traían cajones de madera con su uva, incentivados por el papá de Pablo, para que les hagamos su propio vino, y así terminamos haciendo 1100 botellas, blend de todos los productores” nos cuenta Amparo. “Esto nos dio la posibilidad quedarnos con unas 800 botellas sin pagar la uva y financiarnos la primera añada de nuestro vino con nuestra propia marca ‘Anchayuyo’, que se vendió todo en Tupungato” amplía Pablo.
Al año siguiente hicieron su segunda vendimia, y los mismos productores volvieron a proveerles uva. Pero un poco más esta vez, produciendo un total de 3000 botellas (se quedaron para ellos unas 2000 botellas para vender). Pero esta vez los productores no querían un solo vino sino querían ampliar. Entonces, además de un vino tinto elaboraron 250 botellas de un vino rosado. Gran parte de estos 6 o 7 productores originales siguen estando hoy vinculados a Soberanía como proveedores de uva.
“No fue fácil vender esa segunda añada. No existían los medios actuales y además eran muchas botellas” desarrolla Pablo. Un amigo de la familia, Ariel Angelini, les contó que había una degustación organizada por Jean Bousquet en Domaine Bousquet, con bodegas del Valle de Uco. Fueron a darle una mano a Ariel y les ofrecieron la posibilidad de armar un stand para dar de degustar sus vinos en el evento. Durante la feria, un grupo de enólogos hizo una cata a ciegas de los vinos que habían participado y obtuvieron la medalla de plata con Anchayuyo Malbec 2012. “Me llamaron por el altavoz para que vaya a buscar el diploma y dijera unas palabras y me bajé llorando del escenario, no lo podía creer” cuenta Pablo muy emocionado. Y al año siguiente participaron de otro concurso (esta vez de Bonarda Argentina) y obtuvieron nuevamente la medalla de plata. Amparo nos amplía: “pansamos que si habíamos logrado esa calidad de elaborando en el garaje del papá de Pablo, teníamos que armar una bodega que nos diera la posibilidad de hacer más vino”.
En 2014 alquilaron una bodega en Tupungato y ese año produjeron 20 mil botellas, Esto coincidió con la conformación del grupo “Productores Amigos” el cual integran desde sus inicios. Esto les permitió tener más visibilidad tanto dentro como fuera de Mendoza. En 2015 elaboraron el primer vino con la marca “Oíd Mortal”. Fueron muy pocas botellas de un blend de Malbec compuesto por uvas de El Peral y Chacayes. En 2017 la marca Oíd Mortal salió a la venta de forma más masiva. En 2018 produjeron casi 40 mil botellas con las dos marcas. Y en 2019 llegaron a las 50 mil botellas.
Ya con este volumen, en 2020 se animaron a construir su propia “bodeguita” llamada Soberanía (ubicada en un terreno propio en El Peral, en el cruce de la Calle Real y La Costa, a muy pocos km del centro de Tupungato). En 2021 hicieron la primera vendimia allí. Y no pararon desde entonces, manteniendo un volumen cercano a las 25 mil botellas por año entre las dos marcas y abriendo la bodega al turismo. “Hacer turismo en la bodeguita nos permite vincularnos con el consumidor, contarles qué hacemos, quiénes somos, cómo queremos expresar los vinos. Para nosotros eso es muy importante” dice Amparo con mucho orgullo.
Soberanía entonces tiene dos lógicas: una es la de la libertad, la autonomía, la soberanía propia de Amparo y Pablo de tener una empresa que sea sustentable. Y por el otro, esa libertad de poder hacer el vino que ellos les gusta e interpretan hacer. En ese tándem indisoluble, Pablo busca la uva, coordina la cosecha, habla con los productores, carga las cajas en la camioneta, pide insumos enológicos y crea nuevos blends. Amparo es orden, limpieza, gestión de procesos, registros y planillas, pagos a los proveedores, el contacto con el INV, pedidos de clientes, lista de precios. “Ella es la que una vez que hago los cortes los prueba y es la más crítica de lo que yo hago, no se guarda nada” dice Pablo.
Pablo y Amparo, con poco más de 35 años, son dos apasionados por lo que hacen. Aunque cada uno tiene su propio trabajo fuera de la bodeguita, ellos son el corazón de Soberanía, buscando siempre respetar la identidad de Tupungato, su cultura, el lugar y el pueblo. Al degustarlos, son vinos directos, francos, equilibrados, robustos. “En definitiva Soberanía es una manera de interpretar lo que la vida en la región de Tupungato nos dio” concluye Pablo Marino.
Por Tami y Hernán (Paladar Noir)